Cita 1
“El Señor Jesucristo, el divino Hijo de Dios, existió desde la eternidad…. El era la gloria excelsa del cielo, el soberano de las inteligencias celestiales y recibía el homenaje de los ángeles con justo derecho…. (La Fe por la cual Vivo – 48.6).
Cita 2
“Pero se humilló a sí mismo y se revistió de mortalidad. Como miembro de la familia humana, fue mortal; pero como Dios, era el manantial de vida para el mundo…. Cargó con los pecados del mundo, sufrió las penalidades que como una montaña agobiaron su alma. Entregó su vida en sacrificio para que el hombre no pereciera para siempre. Murió, no porque estuviese obligado a morir, sino por su propia voluntad.”—Ibid. 1127. (La Fe por la cual Vivo – 48.8).
Cita 3
YO SOY significa una presencia eterna. El pasado, el presente y el futuro son iguales para Dios. Él ve los acontecimientos más remotos de la historia pasada y el futuro lejano con una visión tan clara como nosotros vemos las cosas que suceden diariamente. No sabemos lo que está delante de nosotros, y si lo supiéramos, no contribuiría a nuestro bienestar eterno. Dios nos da una oportunidad de ejercitar la fe y confiar en el gran YO SOY… Carta 119, 1895.
Cita 4
Solo Cristo pudo llevar las aflicciones de muchos. “En toda angustia de ellos él fue angustiado”. Isaías 63:9. Nunca provocó una enfermedad a su propia carne, pero llevó las enfermedades ajenas. Con la más tierna simpatía contemplaba a los dolientes que lo rodeaban. Gimió en espíritu cuando vio la obra de Satanás revelada en toda su maldad, e hizo suyo cada caso de necesidad y dolor…
El poder del amor estuvo en toda su [obra de] curación. Identificó sus intereses con los de la humanidad doliente. Cristo era salud y fortaleza en sí mismo, y cuando los dolientes eran traídos a su presencia, siempre era reprochada la enfermedad. Por esa razón no fue inmediatamente a ver a Lázaro. No podría haber visto su sufrimiento sin aliviarlo. No podría haber visto la enfermedad y la muerte sin combatir el poder de Satanás. Fue permitida la muerte de Lázaro para que pudiera ser presentada su resurrección, como la última evidencia cumbre para los judíos, de que Jesús era el Hijo de Dios. —Manuscrito 18, 1898.
Cita 5
La naturaleza humana puede soportar solo una cantidad limitada de prueba y aflicción. Lo finito solo puede soportar una medida finita, sucumbe la naturaleza humana; pero la naturaleza de Cristo tenía una capacidad mayor para sufrir, pues lo humano existía en la naturaleza divina y esto le daba una capacidad para sufrir y soportar el resultado de los pecados de un mundo perdido. La agonía que soportó Cristo amplía, profundiza y nos da un concepto más amplio del carácter del pecado y el carácter de la retribución que Dios traerá sobre los que continúan en el pecado. La paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Jesucristo para el pecador arrepentido. —Manuscrito 35, 1895.
Cita 6
El que dice que está en él, debe andar como él anduvo. 1 Juan 2:6.
“Tenemos ante nosotros al más santo y sublime ejemplo. Jesús fue sin tacha, tanto en pensamiento, como en palabra y acción. Todos sus actos fueron perfectos. Nos muestra el camino que él recorrió, y nos dice: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.’” Mateo 16:24.— The Review and Herald , 26 de abril de 1906.
Cita 7
“Cristo reúne en su persona la perfección y santidad de la divinidad y la perfección y santidad de su humanidad sin pecado. Él tuvo que afrontar las mismas tentaciones por las cuales Adán fue reprobado, y las venció porque su humanidad se apoyaba en el poder divino. Los cristianos de hoy se fijan ideales demasiado bajos. Se contentan con una experiencia espiritual muy superficial, y por lo tanto sólo perciben la luz en forma difusa, cuando podrían discernir con tanta más exactitud la maravillosa perfección de la humanidad de Cristo. La vida de Cristo es una manifestación de lo que la humanidad caída podría llegar a ser mediante una comunión más estrecha con la naturaleza divina…. (La Fe por la Cual Vivo 221.3)
Cita 8
“Los hombres y mujeres inventan toda clase de excusas por su propensión al pecado. Hacen del pecado una necesidad, algo que no se puede vencer. Pero el pecado no es una necesidad. Cristo estuvo en este mundo desde su infancia hasta la madurez, y en ese tiempo afrontó y venció todas las tentaciones que asedian al hombre. Es un modelo perfecto para la niñez, juventud, y madurez.”—Manuscrito 31, 1911.
Cita 9
“Cuando Cristo ascendió a los cielos, la sensación de su presencia permaneció aun con los que le seguían. Era una presencia personal, llena de amor y luz….FV 64.3
“Y desde aquel día Cristo había de morar continuamente por el Espíritu en el corazón de sus hijos. Su unión con ellos era más estrecha que cuando él estaba personalmente con ellos. La luz, el amor y el poder de la presencia de Cristo, resplandecían en ellos, de tal manera que los hombres, mirándolos ‘se maravillaban,’ y al fin los reconocían que eran de los que habían estado con Jesús. Hechos 4:13. FV 64.4
“Todo lo que Cristo fue para sus primeros discípulos, desea serlo para sus hijos hoy.”—El Camino a Cristo, 55, 56.FV 64.5
“Nunca se os figure que Cristo está lejos. Siempre está cerca. Su amorosa presencia os envuelve. Buscadle sabiendo que desea dejarse encontrar por vosotros. El quiere, no tan sólo que toquéis la orla de su manto, sino que andéis con él en continua comunión.”—El Ministerio de Curación, 78.FV 64.6
Cita 10
“La presencia de Cristo en el corazón es un poder vitalizador, que fortalece el ser entero.”—Testimonies for the Church 7:71.FV 64.7
Cita 11
Durante toda su vida terrenal fue menospreciado y se lo comprendió mal, aun entre los miembros de su propia familia. Satanás estaba constantemente sugiriendo a sus hermanos, los hijos de José, críticas acerca de quien parecía tan distinto a ellos. Rehusó cada invitación al mal, porque no se lo podía persuadir a que aceptara hacer lo malo o a desviarse en lo más mínimo del “escrito está”. Parecía tener la Escritura atesorada en el corazón y la mente. Rara vez reprendió la conducta de sus hermanos, pero siempre tuvo una palabra de Dios para decirles: “Escrito está”.—Manuscrito 2 del 9 de febrero de 1896, sin título. (Alza tus Ojos – 9 de Febrero).
Cita 12
Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen. Hebreos 5:8, 9.
Cristo vino a nuestro mundo y vivió en un hogar de aldeanos. Vistió las mejores ropas que sus padres pudieron proveerle, pero fueron ropas de campesino. Anduvo por ásperos senderos y escaló las pronunciadas laderas de las colinas y montañas. Cuando caminaba por las calles estaba aparentemente solo, porque los ojos humanos no podían contemplar a sus asistentes celestiales. Aprendió el oficio de carpintero, para poder señalar como honorable y ennoblecedora toda labor honesta realizada por los que trabajan con la mira puesta en la gloria de Dios…
Cristo, el Señor de toda la tierra, fue un humilde artesano. No fue comprendido, y se lo trató con desdén y desprecio. Pero había recibido su comisión y autoridad del poder más elevado, del Soberano del cielo. Los ángeles fueron sus servidores, porque Cristo estaba ocupado en los negocios de su Padre tanto cuando trabajaba junto al banco de carpintero como cuando realizaba milagros para las multitudes. Pero ocultó el secreto de la vista del mundo. No antepuso títulos elevados a su nombre a fin de que su posición fuera comprendida, sino que vivió la Ley real de Dios. Su obra comenzó al ennoblecer el humilde oficio del artesano que debía esforzarse por lograr su pan cotidiano…
Si la vida de Cristo hubiera transcurrido entre los grandes y los ricos, el mundo de los que debían trabajar duramente se habría visto privado de la inspiración que el Señor quería que tuviera. La vida de Cristo fue mansa y humilde. Eligió esa vida a fin de poder ayudar a la familia humana. No se colocó sobre un trono como el Comandante de toda la tierra. Dejó a un lado su manto real, se quitó la corona regia para ser uno de los componentes de la familia humana. No tomó sobre sí la naturaleza de los ángeles.
Su obra no fue el oficio sacerdotal de acuerdo con las designaciones de los hombres. Era imposible para éstos comprender su exaltada posición a menos que el Espíritu Santo la hiciera conocer. En nuestro favor revistió su divinidad con humanidad y descendió del trono real. Renunció a su posición de Comandante de las cortes celestiales, y por nosotros se hizo pobre a fin de que por su pobreza fuésemos enriquecidos. De esta manera, ocultó su gloria bajo la apariencia de la humanidad para poder tocar a la humanidad con su poder divino y transformador…
El Señor Jesús vino al mundo para vivir la vida que cada ser humano sobre la tierra debería interesarse en vivir: una vida de humilde obediencia. Aquellos a quienes Cristo ha dado un tiempo de prueba para formar caracteres para las mansiones que ha ido a preparar, deben imitar el ejemplo de su vida.
—Manuscrito 24, del 22 de febrero de 1898, “La vida de Cristo sobre la tierra”. (Alza tus Ojos – 22 de Febrero).
Cita 13
—Carta 104, del 19 de marzo de 1907, dirigida “A los que dan grandes donaciones para la causa de la verdad presente”. (Alza tus Ojos – 19 de Marzo).
Cita 14
De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. Juan 12:24.
Podemos ver en esta época la necesidad de atraer a los hombres a Cristo. Esto los atraería los unos a los otros en esa confianza, en ese amor y unidad por los cuales Cristo rogó en su última oración con y por sus discípulos. Esta unidad era esencial para su crecimiento espiritual. El mundo es un campo de batalla sobre el cual los poderes del bien y del mal están en guerra incesante. Cuando la obra de Cristo parecía encaminarse a la derrota, cuando a los discípulos les parecía que no había esperanza, algunos griegos se acercaron a ellos, diciéndoles: “Quisiéramos ver a Jesús”. Juan 12:21.
Cristo escuchó el clamor ansioso y ávido, “quisiéramos ver a Jesús”. Estos griegos representaban a las naciones, tribus y pueblos que habrían de despertar a su gran necesidad de un poder exterior y superior al poder finito. Por un momento Cristo contempló el futuro y escuchó voces que proclamaban en todos los lugares de la tierra: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan 1:29. Esta anticipación, la consumación de sus esperanzas, se expresó en sus palabras: “Ha llegado la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado”. Juan 12:23. Sin embargo, la manera mediante la cual esta glorificación habría de ocurrir nunca estuvo ausente de la mente de Cristo. El mundo podía salvarse solamente por su muerte. Como el grano de trigo, el Hijo del hombre debía ser echado en la tierra, morir y ser sepultado; ¡pero viviría otra vez! En cada cosecha se repite esta lección del grano de trigo. Los que cultivan el suelo tienen siempre delante de sí la ilustración de las palabras de Cristo. La semilla sepultada en el suelo produce mucho fruto, y cuando llega el momento también las semillas de este fruto son plantadas. De esta manera la cosecha se multiplica. La siega de la cruz del Calvario rendirá fruto para vida eterna. Y contemplarlo será la gloria de los que vivirán a través de las edades eternas. Con esta lección, Cristo ejemplifica la abnegación que debemos practicar.
—Manuscrito 33, del 6 de abril de 1897, “Quisiéramos ver a Jesús”. (Alza tus Ojos – 6 de Abril).
Cita 15
Mientras estuvo en esta tierra, el Hijo de Dios fue el Hijo del hombre; no obstante había momentos en que su divinidad refulgía en la manifestación de un poder superior… La verdad nunca languideció en los labios de Cristo; nunca sufrió en sus manos. Palabras de verdad brotaban de sus labios con sorprendente frescura y poder, como si fueran una nueva revelación. Estén todos seguros de que el Salvador no expresó nada fantástico o sentimental. Vino del Padre para ser la Luz del mundo. Esta luz no fue escondida debajo del almud. Jesús abordó todos los temas con autoridad. Cada verdad que era fundamental para su pueblo, fue revelada en sus enseñanzas con la firme seguridad del conocimiento cierto. No pronunció ninguna sofistería, ninguna mera probabilidad, ninguna opinión humana citada de hombres: sólo verdades. Sus declaraciones eran principios establecidos por su conocimiento personal. Previó las doctrinas falaces que saturarían el mundo, pero no mencionó ninguna de ellas. Ningún cuento inútil, ninguna teoría falsa revestida de hermoso lenguaje salió de los labios del gran Maestro. En todas sus enseñanzas se espació en las inmutables posiciones de la verdad bíblica. Cristo vino a expresar el ideal de toda verdad. Develó gema tras gema de preciosa verdad…—Manuscrito 156, del 26 de octubre de 1903, “Cristo, nuestro ejemplo divino-humano”. (Alza tus Ojos – 26 de Octubre).
Cita 16
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. 1 Corintios 10:13.
No podemos pensar que por caminar en la senda de la obediencia escaparemos de las pruebas, porque el enemigo hará todo lo que esté en su poder para impedir que alcancemos el cielo. Pero el Salvador ha prometido ayudarnos. ¿Tiene pruebas? También Jesús las tuvo. ¿Es tentado? También El fue tentado en todo, tal como nosotros. “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Juan 1:10, 12…
Al separarnos del mundo y de sus costumbres, afrontaremos el desagrado de los mundanos. El mundo odió a Aquel que era la personificación de la virtud, porque era mejor que ellos. El siervo no es mayor que su Señor. Si nuestros caminos agradan a Dios, el mundo nos odiará.Si la majestad del cielo vino a esta tierra y soportó una vida de humillación y una muerte vergonzosa, ¿por qué retrocederemos al ver que la obediencia involucra una cruz? Si El fue perseguido, ¿podemos esperar nosotros un tratamiento mejor?…
Yo les señalo al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El confortará y sostendrá a todos los que acudan a El en busca de ayuda…
Un eterno peso de gloria y una vida cuya duración se compara con la de Dios, espera al vencedor. Nuestras mentes debieran estar constantemente espaciándose en la bondad de Dios y en el futuro hogar de los santos, y deberíamos estar luchando siempre para conseguir la perfección del carácter, para que al fin se nos dé entrada en la ciudad de Dios
—Manuscrito 30, del 7 de noviembre de 1886, “El camino cristiano”. (Alza tus Ojos – 7 de Noviembre).
Cita 17
La vida de Cristo fue de constante sacrificio propio. Su obra no estaba limitada a algún lugar o tiempo. Estaba ligada sólo por el amor y la simpatía que Jesús sentía por las almas por las cuales pronto daría su vida. Su compasión no conocía límites. Realizó su obra de sanamiento y enseñanza en tan grande escala, que no había edificio en Palestina lo suficientemente grande para albergar las multitudes que lo rodeaban. En cada ciudad y pueblo por donde pasaba se encontraba su hospital. En las laderas de las colinas de Galilea, en las grandes vías públicas, en la costa del mar, en las sinagogas, en todo lugar donde había corazones prestos a escuchar su mensaje, Cristo sanaba a las personas y les señalaba al Padre Celestial. Al atardecer, luego de la jornada de labor, hablaba con los que durante el día trabajaban por una pitanza para sostener a sus familias. Si sólo comprendiéramos cuán diligentemente trabajó Cristo para sembrar la semilla del Evangelio, no limitaríamos nuestros esfuerzos a la asistencia a los cultos del sábado. Trabajaríamos incansablemente repartiendo el Pan de Vida a las almas moribundas…
—Manuscrito 147, del 12 de noviembre de 1902, “Un llamado a hacer mayores esfuerzos”. (Alza tus Ojos – 12 de Noviembre).
Cita 18
“No estaba contaminado por la corrupción, era extraño al pecado; no obstante, oraba, y a veces con grandes clamores y lágrimas. Oraba por sus discípulos y por sí mismo, y de ese modo se identificaba con nuestras necesidades, nuestras debilidades y nuestros fracasos, que son tan comunes a la humanidad. Era un poderoso peticionador que no poseía las pasiones de nuestra naturaleza humana caída, pero que era acosado por las mismas debilidades y tentado en todo como lo somos nosotros. Jesús soportó una agonía que requería auxilio y el apoyo del Padre. “Es un hermano en nuestras flaquezas, pero no posee pasiones semejantes a las nuestras. Como el Impecable, su naturaleza rehuía el mal. Soportó luchas y torturas del alma en un mundo de pecado. Su humanidad hizo de la oración una necesidad y un privilegio. Requería todo el más poderoso apoyo y consuelo divino que su Padre estuviera dispuesto a impartirle a Él, el que, para beneficio del hombre, había dejado los gozos del cielo y elegido tener su hogar en un mundo frío e ingrato.” Comentario Bíblico 7ª, pg. 452/5 (Cortesía de Will Chavarría – Costa Rica)
Cita 19
“Al tomar sobre sí la naturaleza del hombre en su condición caída, Cristo no participó de su pecado en lo más mínimo. Estuvo sujeto a las flaquezas y debilidades que rodean al hombre, ‘para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias’ (Mateo 8:17). Fue conmovido por el sentimiento de nuestras debilidades y fue en todo tentado a nuestra semejanza. Y, sin embargo, no conoció pecado. Fue el Cordero ‘sin mancha y sin contaminación’ (1° Pedro 1:19). Si Satanás hubiera logrado con su tentación que Cristo pecara en lo mínimo, habría herido la cabeza del Salvador. Tal como sucedieron las cosas, sólo le pudo herir el talón. Si hubiera sido tocada la cabeza de Cristo, habría perecido la esperanza de la raza humana. La ira divina habría descendido sobre Cristo, así como descendió sobre Adán. Hubieran quedado sin esperanza Cristo y la iglesia.” 1MS pg. 299.3 (Cortesía de Will Chavarría – Costa Rica)
Cita 20
“Satanás había señalado el pecado de Adán como prueba de que la ley de Dios era injusta, y que no podía ser acatada. En nuestra humanidad, Cristo había de resarcir el fracaso de Adán. Pero cuando Adán fue asaltado por el tentador, no pesaba sobre él ninguno de los efectos del pecado. Gozaba de una plenitud de fuerza y virilidad, así como del perfecto vigor de la mente y el cuerpo. Estaba rodeado por las glorias del Edén, y se hallaba en comunión diaria con los seres celestiales. No sucedía lo mismo con Jesús cuando entró en el desierto para luchar con Satanás. Durante cuatro mil años, la familia humana había estado perdiendo fuerza física y mental, así como valor moral; y Cristo tomó sobre sí las flaquezas de la humanidad degenerada. Únicamente así podía rescatar al hombre de las profundidades de su degradación.” DTG pg. 91.3 (Cortesía de Will Chavarría – Costa Rica)
Cita 21
“¡Qué contraste el del segundo Adán cuando fue al sombrío desierto para hacer frente sin ninguna ayuda a Satanás! Desde la caída, la raza humana había estado disminuyendo en tamaño y en fortaleza física, y hundiéndose más profundamente en la escala de la dignidad moral, hasta el período del advenimiento de Cristo a la tierra. Y a fin de elevar al hombre caído, Cristo debía alcanzarlo donde estaba. Él tomó la naturaleza humana y llevó las debilidades y la degeneración del hombre.” 1MS pg. 314.2 (Cortesía de Will Chavarría – Costa Rica)
Cita 22
“El ideal del carácter cristiano es la semejanza con Cristo. Como el Hijo del hombre fue perfecto en su vida, los que le siguen han de ser perfectos en la suya. Jesús fue hecho en todo semejante a sus hermanos. Se hizo carne, como somos carne. Tuvo hambre y sed, y sintió cansancio. Fue sostenido por el alimento y refrigerado por el sueño.” DTG pg. 278.2 (Cortesía de Will Chavarría – Costa Rica)
Cita 23
Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. Hechos 4:11, 12.
Cuando tantos de los seguidores de Cristo lo dejaron, y el Salvador les preguntó a los doce: “¿Queréis acaso iros también vosotros?” Simón Pedro contestó: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Juan 6:67, 68. El corazón de Cristo se llenaba de pesar cuando veía que alguien se apartaba de él, porque sabía que la fe en su nombre y su misión es la única esperanza del hombre. El alejamiento de sus seguidores era una humillación para él. ¡Oh, cuán poco saben los seres humanos del pesar que llenaba el corazón de amor infinito cuando tales cosas ocurrían!Nadie en el mundo jamás anheló con tanto fervor que se lo apreciara y que se le brindara amistad como Cristo. Tenía hambre de simpatía. Su corazón estaba lleno de un deseo ardiente de que los seres humanos apreciaran el don de Dios al mundo, y lo honraran creyendo en sus palabras y alabándolo.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16. Cuán tristes eran sus palabras: “¿Queréis acaso iros también vosotros?” Tocaron el corazón de todos los discípulos menos el de uno. Este era Judas. Sólo tenía corazón para el dinero. Su mayor deseo consistía en ser el más importante. Bien podían decir los discípulos: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Piensen en lo que era Cristo: El Hijo del Altísimo, pero al mismo tiempo varón de dolores y experimentado en quebrantos. ¿Hemos recibido la bendición que produce el confiar en él con todo el corazón, y honrarlo manifestándole siempre amor y devoción?
Cristo anhela cosechar frutos que calmen el ansia que experimenta su alma en nuestro favor. Desea que llevemos “mucho fruto”. Mantengamos abierto el corazón a su amor. “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”. Marcos 8:36. ¡Oh, cuando podamos expresar con comprensión las palabras de Pedro: “Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”, recibiremos maravillosas bendiciones!—Carta 171, del 29 de junio de 1905, dirigida a Edson y Emma White. (Cada Día con Dios – 29 de Junio).
Cita 24
Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Hebreos 12:5, 6.
Cristo es nuestro ejemplo. Se lo sometió a tribulaciones. Soportó el sufrimiento y se humilló al asumir la humanidad. Cristo llevó sus cargas sin impaciencia, sin incredulidad, sin quejarse. No por ser el divino Hijo de Dios sintió menos el peso de sus pruebas.
Usted no puede tener un problema, una perplejidad o una dificultad que no haya ejercido la misma presión sobre el Hijo de Dios; ni tampoco un pesar al cual su corazón no se haya expuesto de igual manera.
Sus sentimientos se resentían tan fácilmente como los suyos. Sin embargo, la vida y el carácter de Cristo fueron inmaculados. Su carácter estaba compuesto de cualidades morales entre las cuales encontramos todo lo puro y todo lo que es verdadero, todo lo amable y todo lo que es de buen nombre.
—Carta 16, del 6 de junio de 1875, al pastor J. T. Butler, ex presidente de la Asociación General. (Cada Día con Dios – 6 de Junio).
Cita 25
Porque ejemplo os he dado. Juan 13:15.
Estamos formando caracteres para el cielo. Ningún carácter se perfeccionará sin pasar por la prueba y el sufrimiento. Tenemos que ser sometidos a pruebas. Cristo soportó la prueba del carácter en favor de nosotros, para que nosotros podamos pasarla por nosotros mismos gracias a la fortaleza divina que nos concede. Jesús es nuestro ejemplo de paciencia, tolerancia, mansedumbre y humildad.
Discrepaba con todo el mundo impío, y estaba en guerra con él, y sin embargo no dio rienda suelta ni a la pasión ni a la violencia, ya sea mediante palabras o actos, aunque recibió un vergonzoso maltrato en cambio de sus buenas acciones. Se lo afligió, se lo rechazó y se lo trató con desprecio, pero él no tomó represalias. Tenía dominio propio, dignidad y grandeza. Sufrió con calma y respondió a los malos tratos sólo con compasión, piedad y amor… Imiten a su Redentor en estas cosas. No se salgan de quicio cuando las cosas salen mal. No se sulfuren ni pierdan el dominio propio porque piensan que las cosas no son como debieran ser. El que otros obren mal no los excusa a ustedes para hacer lo mismo. El fruto de dos errores no es una cosa correcta. Tienen victorias que ganar para vencer como Cristo venció.
El Señor jamás murmuró; jamás manifestó descontento, disgusto o resentimiento. Nunca se descorazonó, se desanimó, se enojó o se enfureció. Era paciente, tranquilo y lleno de dominio propio en medio de las circunstancias más enojosas y difíciles. Realizaba todas sus obras con una tranquila dignidad y con suavidad, no importa qué conmoción se pudiera estar produciendo a su alrededor. El aplauso no lo entusiasmaba. No temía las amenazas de sus enemigos. Se movía en un mundo de excitación, violencia y crimen, tal como el sol se mueve entre las nubes. Estaba por encima de las pasiones humanas, los disturbios y las pruebas. Avanzaba como el sol por encima de todo ello.
Pero no era indiferente a los males de la humanidad. Su corazón se conmovía por los sufrimientos y las necesidades de sus hermanos como si él mismo fuera el afligido. Poseía una gozosa calma interior, una serena paz. Su voluntad siempre estaba subordinada a la de su Padre. “No se haga mi voluntad, sino la tuya”, fueron las palabras que surgieron de su labios pálidos y temblorosos.
—Carta 512, del 11 de septiembre de 1874, dirigida a Edson y Emma White. (Cada Día con Dios – 11 de Septiembre).
Cita 26
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