Cita 1
La jactancia vanagloriosa ofende a Dios, pero la confianza que es fruto de un corazón contrito, será bendecida por El… El cristiano sincero, al aceptar la gracia, siente que su éxito depende enteramente de Cristo. Aquí está la fuente de energía divina. No se esfuerza por presentar méritos propios; no tiene fidelidad para presentar ante el Cielo. Siente su propia debilidad e ineficacia, y está convencido de que su carácter debe ser transformado. La humillación y abnegación revelan que el alma ha contemplado a Cristo. El corazón que fue llevado al arrepentimiento por el Espíritu de Cristo actuará sobre la base de principios. Es participante de la naturaleza divina… En su vida diaria y conversación representará el carácter de Cristo… (Manuscrito 35, del 8 de enero de 1893, “Obra de publicaciones”.)
Cita 2
Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados. Isaías 57:15.
Dios ha estado esperando mucho tiempo que sus seguidores manifiesten verdadera humildad, para poder impartirles ricas bendiciones. Los que le ofrecen el sacrificio de un espíritu quebrantado y contrito, serán preservados en la hendidura de la roca y contemplarán al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Cuando Jesús, que lleva los pecados, el sacrificio absolutamente suficiente, sea visto más claramente, sus labios exclamarán las mayores alabanzas. Mientras más vean del carácter de Cristo, más humildes se volverán y menos se estimarán a sí mismos. No se verá en su obra una necia presunción… El yo se pierde de vista al comprender su propia indignidad. —Ibid. AFC 123.2
Cita 3
La verdadera santidad y humildad son inseparables. Mientras más cerca esté el alma de Dios, más completamente se humillará y someterá. Cuando Job oyó la voz del Señor desde el torbellino, exclamó: “Me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza”. Job 42:6. Cuando Isaías vio la gloria del Señor, y oyó a los querubines que clamaban: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos”, exclamó: “¡Ay de mí! que soy muerto”. Isaías 6:3, 5. Cuando fue visitado por el mensajero celestial, Daniel dijo: “Mi fuerza se cambió en desfallecimiento”. Daniel 10:8. Pablo, después de haber sido arrebatado al tercer cielo y haber oído cosas que no es lícito que diga el hombre, habla de sí como el menor “que el más pequeño de todos los santos”. Efesios 3:8. Fue el amado Juan, que se reclinaba sobre el regazo de Jesús, y contemplaba su gloria, quien cayó como muerto ante el ángel. Mientras más íntima y continuamente contemplemos a nuestro Salvador, menos procuraremos aprobarnos a nosotros mismos.—The Review and Herald, 20 de diciembre de 1881.
Cita 4
La aniquilación del yo es un proceso difícil, porque el yo lucha por su existencia, y le cuesta mucho morir. Pero la oración y la fe ponen al pecador más débil en posición ventajosa, donde la mano de la fe puede asirse firmemente de la mano del Salvador. En Cristo y por medio de El podemos salir más que victoriosos.
—Manuscrito 176, del 4 de noviembre de 1899, “Diario”, escrito en Rockhampton, Queensland, Australia. (Alza tus Ojos – 4 de Noviembre).
Cita 9
—Carta 79, del 11 de julio de 1901, dirigida a A. G. Daniells. (Alza tus Ojos – 11 de Julio).
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Mateo 11:28. Esta es la receta para curar las enfermedades espirituales, mentales y físicas. Es la dádiva de Cristo para todos los que lo buscan en verdad y con sinceridad. El es el poderoso Sanador. Luego nos hace otra invitación: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Vers. 29, 30. Usando el yugo de Cristo, y aprendiendo de El las lecciones de mansedumbre y humildad, hallamos descanso en la fe, en la seguridad y en la confianza. Descubrimos que el yugo de Cristo es fácil, y su carga, ligera.
Que aquellos que tienen responsabilidades recuerden que es el Espíritu Santo quien realiza la tarea de moldear. Es el Señor quien controla. No debemos tratar de forjar según nuestras propias ideas a aquellos por quienes trabajamos. Debemos dejar que Cristo realice esta labor. El no sigue modelo humano alguno. Actúa de acuerdo con su propia mente y espíritu.
Se debiera acariciar un profundo anhelo de abundantes y plenas bendiciones. Pero no lo obtendremos mientras nos sintamos tan autosuficientes, mientras nuestro amor hacia Dios sea tan débil y tengamos tan poco amor cristiano hacia nuestros hermanos. Cuando el corazón se vacíe del egoísmo, ese vacío será llenado con la plenitud de Cristo. Esté su alma menos ocupada con asuntos materiales. Ponga menos confianza en la sabiduría que tiene evidencias de ser más humana que divina. La alabanza de palabra o de acción dada a cualquier ser humano, es una ofensa a Dios. Sin embargo. El elogiará a cada individuo que guarde sus mandamientos en verdad y justicia.
—Carta 45, del 15 de noviembre de 1897, escrita a A. G. Daniells y “a mis hermanos en el ministerio, y a la iglesia en Melbourne”. (Alza tus Ojos – 15 de Noviembre).
Cita 13
Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Cantares 4:8.
El Señor tiene mucha paciencia con los hombres, y cuando manifiestan la determinación de seguir su propio juicio, les permite que lo hagan.
Se me mostró la debilidad y la ignorancia del hombre caído, aun en su mejor condición.
A medida que el hombre profundiza su estudio, para conocer mejor la voluntad y los caminos del Señor, percibe con más claridad su propia ignorancia, con lo que pone de manifiesto que está progresando.
Cuanto más cerca vive el cristiano de Dios, más luz divina penetra en su mente. Tiene más conciencia de su propia pequeñez, discierne sus defectos de carácter y ve sus obligaciones tal como Dios se las presenta.
Cuanto más cerca esté de Jesús, más clara y nítida será la impresión de sus propios defectos, que antes ni siquiera percibía, y entonces verá la necesidad de humillarse a sí mismo bajo la poderosa mano de Dios. Si se eleva, no será porque él mismo se está elevando, sino porque el Señor lo exalta.
Con sus ojos fijos en la pureza y la perfección de Cristo Jesús, al reconocer y obedecer a Dios en todos sus caminos, no estará ciego a sus propias faltas e imperfecciones. Aunque su conducta a los ojos de los hombres sea sin tacha e irreprochable, Dios lee las intenciones y los propósitos del corazón. La humildad cristiana es un don maravilloso, un antídoto eficaz contra la apostasía de Satanás, que está lleno de ambición impía y de todo engaño que puede idear.
La gracia de la humildad otorgada por medio de Cristo Jesús, inducirá al hombre imperfecto a descubrir sus imperfecciones, y a prepararlo para participar de la herencia de los santos, donde Dios es todo y está en todo…
¿No ha reprobado el Señor su conducta?… Se le han confiado dones que pueden mejorar muchísimo y resultar eficaces bajo la disciplina de Dios. Entonces su justicia irá delante de usted, y la gloria del Señor será su retaguardia. “Separados de mí -dice Cristo-, nada podéis hacer”. Juan 15:5. Si rechaza su consejo, entonces estará en peligro.
—Carta 21, del 8 de enero de 1892. (Cada Día con Dios – 8 de Enero).