Cita 1
La jactancia vanagloriosa ofende a Dios, pero la confianza que es fruto de un corazón contrito, será bendecida por El… El cristiano sincero, al aceptar la gracia, siente que su éxito depende enteramente de Cristo. Aquí está la fuente de energía divina. No se esfuerza por presentar méritos propios; no tiene fidelidad para presentar ante el Cielo. Siente su propia debilidad e ineficacia, y está convencido de que su carácter debe ser transformado. La humillación y abnegación revelan que el alma ha contemplado a Cristo. El corazón que fue llevado al arrepentimiento por el Espíritu de Cristo actuará sobre la base de principios. Es participante de la naturaleza divina… En su vida diaria y conversación representará el carácter de Cristo… (Manuscrito 35, del 8 de enero de 1893, “Obra de publicaciones”.)
Cita 2
Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados. Isaías 57:15.
Dios ha estado esperando mucho tiempo que sus seguidores manifiesten verdadera humildad, para poder impartirles ricas bendiciones. Los que le ofrecen el sacrificio de un espíritu quebrantado y contrito, serán preservados en la hendidura de la roca y contemplarán al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Cuando Jesús, que lleva los pecados, el sacrificio absolutamente suficiente, sea visto más claramente, sus labios exclamarán las mayores alabanzas. Mientras más vean del carácter de Cristo, más humildes se volverán y menos se estimarán a sí mismos. No se verá en su obra una necia presunción… El yo se pierde de vista al comprender su propia indignidad. —Ibid. AFC 123.2
Cita 3
La verdadera santidad y humildad son inseparables. Mientras más cerca esté el alma de Dios, más completamente se humillará y someterá. Cuando Job oyó la voz del Señor desde el torbellino, exclamó: “Me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza”. Job 42:6. Cuando Isaías vio la gloria del Señor, y oyó a los querubines que clamaban: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos”, exclamó: “¡Ay de mí! que soy muerto”. Isaías 6:3, 5. Cuando fue visitado por el mensajero celestial, Daniel dijo: “Mi fuerza se cambió en desfallecimiento”. Daniel 10:8. Pablo, después de haber sido arrebatado al tercer cielo y haber oído cosas que no es lícito que diga el hombre, habla de sí como el menor “que el más pequeño de todos los santos”. Efesios 3:8. Fue el amado Juan, que se reclinaba sobre el regazo de Jesús, y contemplaba su gloria, quien cayó como muerto ante el ángel. Mientras más íntima y continuamente contemplemos a nuestro Salvador, menos procuraremos aprobarnos a nosotros mismos.—The Review and Herald, 20 de diciembre de 1881.
Cita 4
La aniquilación del yo es un proceso difícil, porque el yo lucha por su existencia, y le cuesta mucho morir. Pero la oración y la fe ponen al pecador más débil en posición ventajosa, donde la mano de la fe puede asirse firmemente de la mano del Salvador. En Cristo y por medio de El podemos salir más que victoriosos.
—Manuscrito 176, del 4 de noviembre de 1899, “Diario”, escrito en Rockhampton, Queensland, Australia. (Alza tus Ojos – 4 de Noviembre).
Cita 9
—Carta 79, del 11 de julio de 1901, dirigida a A. G. Daniells. (Alza tus Ojos – 11 de Julio).
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Mateo 11:28. Esta es la receta para curar las enfermedades espirituales, mentales y físicas. Es la dádiva de Cristo para todos los que lo buscan en verdad y con sinceridad. El es el poderoso Sanador. Luego nos hace otra invitación: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Vers. 29, 30. Usando el yugo de Cristo, y aprendiendo de El las lecciones de mansedumbre y humildad, hallamos descanso en la fe, en la seguridad y en la confianza. Descubrimos que el yugo de Cristo es fácil, y su carga, ligera.
Que aquellos que tienen responsabilidades recuerden que es el Espíritu Santo quien realiza la tarea de moldear. Es el Señor quien controla. No debemos tratar de forjar según nuestras propias ideas a aquellos por quienes trabajamos. Debemos dejar que Cristo realice esta labor. El no sigue modelo humano alguno. Actúa de acuerdo con su propia mente y espíritu.
Se debiera acariciar un profundo anhelo de abundantes y plenas bendiciones. Pero no lo obtendremos mientras nos sintamos tan autosuficientes, mientras nuestro amor hacia Dios sea tan débil y tengamos tan poco amor cristiano hacia nuestros hermanos. Cuando el corazón se vacíe del egoísmo, ese vacío será llenado con la plenitud de Cristo. Esté su alma menos ocupada con asuntos materiales. Ponga menos confianza en la sabiduría que tiene evidencias de ser más humana que divina. La alabanza de palabra o de acción dada a cualquier ser humano, es una ofensa a Dios. Sin embargo. El elogiará a cada individuo que guarde sus mandamientos en verdad y justicia.
—Carta 45, del 15 de noviembre de 1897, escrita a A. G. Daniells y “a mis hermanos en el ministerio, y a la iglesia en Melbourne”. (Alza tus Ojos – 15 de Noviembre).
Cita 13
Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Cantares 4:8.
El Señor tiene mucha paciencia con los hombres, y cuando manifiestan la determinación de seguir su propio juicio, les permite que lo hagan.
Se me mostró la debilidad y la ignorancia del hombre caído, aun en su mejor condición.
A medida que el hombre profundiza su estudio, para conocer mejor la voluntad y los caminos del Señor, percibe con más claridad su propia ignorancia, con lo que pone de manifiesto que está progresando.
Cuanto más cerca vive el cristiano de Dios, más luz divina penetra en su mente. Tiene más conciencia de su propia pequeñez, discierne sus defectos de carácter y ve sus obligaciones tal como Dios se las presenta.
Cuanto más cerca esté de Jesús, más clara y nítida será la impresión de sus propios defectos, que antes ni siquiera percibía, y entonces verá la necesidad de humillarse a sí mismo bajo la poderosa mano de Dios. Si se eleva, no será porque él mismo se está elevando, sino porque el Señor lo exalta.
Con sus ojos fijos en la pureza y la perfección de Cristo Jesús, al reconocer y obedecer a Dios en todos sus caminos, no estará ciego a sus propias faltas e imperfecciones. Aunque su conducta a los ojos de los hombres sea sin tacha e irreprochable, Dios lee las intenciones y los propósitos del corazón. La humildad cristiana es un don maravilloso, un antídoto eficaz contra la apostasía de Satanás, que está lleno de ambición impía y de todo engaño que puede idear.
La gracia de la humildad otorgada por medio de Cristo Jesús, inducirá al hombre imperfecto a descubrir sus imperfecciones, y a prepararlo para participar de la herencia de los santos, donde Dios es todo y está en todo…
¿No ha reprobado el Señor su conducta?… Se le han confiado dones que pueden mejorar muchísimo y resultar eficaces bajo la disciplina de Dios. Entonces su justicia irá delante de usted, y la gloria del Señor será su retaguardia. “Separados de mí -dice Cristo-, nada podéis hacer”. Juan 15:5. Si rechaza su consejo, entonces estará en peligro.
—Carta 21, del 8 de enero de 1892. (Cada Día con Dios – 8 de Enero).
Cita 14
Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido. Lucas 14:11.
Nadie se exalte para hablar acerca de sí mismo, para exponer sus habilidades, para ostentar sus conocimientos y cultivar su vanidad. Nadie trate de destruir la obra de los que no trabajan de acuerdo con sus normas. El Maestro celestial nos extiende esta invitación: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Mateo 11:28-30.
Cristo nunca manifestó confianza propia, ni fanatismo ni presunción. Afirmó que “no puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Juan 5:19… Nadie tiene derecho de considerarse dueño de sí mismo. Y nadie posee algo bueno que pueda llamar propio. Todo hombre, todo objeto, es propiedad del Señor. Todo lo que el hombre recibe de la generosidad del Cielo sigue siendo del Señor. Toda cosa de valor que poseamos deberíamos usarla en beneficio de nuestros semejantes a fin de que lleguen a ser obreros valiosos. Toda energía, todo don es un talento que debería contribuir a la gloria de Dios para ser usado en su servicio.
Las facultades que Dios nos ha concedido no deberían servir para lograr fines egoístas. Deberíamos estar siempre dispuestos a impartir, para que los demás aprendan todo lo que sabemos, y deberíamos regocijarnos si desarrollan en su obra una energía y una inteligencia superiores a las nuestras. Los talentos de Dios no deben ser usados para exaltación propia, sino que deben ser llevados a los cambiadores, para que él reciba lo suyo con usura.
Nadie intente asegurar grandezas, felicidad o complacencia personal al invertir en beneficio propio las facultades con las cuales está dotado, porque al actuar así deshonra al Dador, y deja de cumplir el propósito por el cual él fue creado. Todas nuestras facultades provienen de Dios, y deberían ser usadas para su gloria… Nadie tiene el más mínimo motivo de jactancia. Nadie tiene razón alguna para glorificarse o exaltarse, aun cuando haga lo mejor.
—Carta 10, del 3 de mayo de 1884, dirigida a un ministro pionero en Dinamarca. (Cada Día con Dios – 3 de Mayo).
Cita 15
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. Lucas 9:24.
Cristo dio a sus discípulos una lección sumamente importante con respecto a cómo debían ser. “En el reino que estableceré -les dijo-, la lucha por la supremacía no tendrá cabida alguna. Todos ustedes son hermanos. Todos mis siervos serán iguales. La única grandeza que se reconocerá será la de la humildad y la devoción en el servicio de los demás. El que se humille será ensalzado, y el que se ensalce será humillado. El que trate de servir a los demás mediante la abnegación y el sacrificio, recibirá los atributos de carácter que lo recomendarán ante mi Padre, y desarrollará sabiduría, verdadera paciencia, tolerancia, bondad y compasión. Esto le dará el primer lugar en el reino de Dios”.
El Hijo de Dios se humilló para convertirse en el siervo del Señor. Se sometió a la bajeza y al sacrificio, incluso a la muerte, para dar libertad y vida, y un lugar en su reino a los que creyeran en él. Dio su vida en rescate por muchos. Esto debiera bastar para que se avergonzaran de su conducta todos los que continuamente están tratando de ocupar el primer lugar y luchan siempre por la supremacía. “Si alguno quiere venir en pos de mí -dijo Cristo-, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”. Lucas 9:23. Esta es la prueba del discipulado. Si los miembros de la iglesia fueran hacedores de la Palabra, como solemnemente se comprometieron hacerlo en ocasión de su bautismo, amarían a sus hermanos y estarían tratando continuamente de fomentar la unidad y la armonía…
Los que creen en Cristo y caminan humildemente con él sin luchar por la supremacía, y tratan de ver qué pueden hacer para ayudar, bendecir y fortalecer las almas de los demás, colaboran con los ángeles que sirven a los herederos de la salvación. Jesús les da gracia, sabiduría y justicia, y los convierte en bendición para todos aquellos con quienes se relacionan.
Mientras más humildes son en su propia opinión, más bendiciones reciben de Dios, porque éstas no los exaltan. Usan correctamente sus bendiciones, porque las reciben para impartirlas. Los ángeles servidores reciben instrucción procedente del trono de Dios para colaborar con los instrumentos humanos. Reciben la gracia de Cristo para impartirla a los hombres.
—Manuscrito 165, del 13 de diciembre de 1898, “La humildad: Prueba de discipulado”. (Cada Día con Dios – 13 de Diciembre).
Cita 16
Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre, quizá seréis guardados en el día del enojo de Jehová. Sofonías 2:3.
En vista de lo que pronto ha de sobrevenir a la tierra, os suplico, hermanos y hermanas, que caminéis delante de Dios con toda mansedumbre y humildad, recordando el cuidado que Jesús tiene de vosotros. Todos los humildes de la tierra son exhortados a buscar a Dios… Rómpase el yo en pedazos delante de Dios. Es difícil hacerlo; pero se nos amonesta a caer delante de la Roca y ser quebrantados, de lo contrario ella caerá sobre nosotros y nos reducirá a polvo.
Jesús habla a los humildes de corazón. Sus brazos eternos los rodean y no los dejará que perezcan en las manos de los impíos. ¿Qué es ser cristiano? Es ser como Cristo; es hacer las obras de Cristo. Algunos fracasan en un punto, otros en otro. Algunos son naturalmente impacientes. Satanás comprende su debilidad y se las arregla para vencerlos vez tras vez. Pero nadie se desanime por esto. Cada vez que se levanten pequeñas molestias y dificultades, pedid a Dios en oración silenciosa que os dé fortaleza y gracia para sobrellevarlas pacientemente.
Hay poder en el silencio; no habléis una palabra hasta que hayáis elevado vuestra petición al Dios del cielo. Si siempre hacéis esto, pronto venceréis vuestro genio rápido, y tendréis un pequeño cielo aquí para ir al cielo del más allá. Dios quiere que los suyos se limpien las manos y purifiquen los corazones. ¿Les traerá desgracia hacer esto? ¿Traerá desgracia a su familia si son bondadosos y pacientes, corteses y tolerantes? Lejos de eso. La bondad que manifiesten a su familia se reflejará sobre ellos…. Debemos procurar apartar el pecado de nosotros, descansando en los méritos de la sangre de Cristo, y entonces en el día de la aflicción, cuando el enemigo nos oprima, caminaremos entre los ángeles.
—The Review and Herald, 19 de noviembre de 1908. (En los Lugares Celestiales – 24 de Enero).
Cita 17
Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. 1 Crónicas 29:14.
Los que viven en esta tierra debieran unirse con las huestes celestiales en atribuir toda honra y gloria al Creador. Ningún hombre tiene el menor motivo para ufanarse o exaltarse a sí mismo, aunque haga al máximo lo mejor que puede…
Constantemente Dios está obrando para subsanar las deficiencias humanas. Aun el arrepentimiento es originado por medio de la aplicación de la gracia. El corazón natural siente que no necesita arrepentimiento. Las lágrimas que brotan de los ojos del hombre a causa de la tristeza por su pecaminosidad y debidas a la simpatía hacia otros pecadores, comienzan espontáneas. Ellas son como rocío de los ojos que pertenecen a Dios…
Las buenas resoluciones que hacemos no son sino la expresión de deseos que son de Dios. La vida reformada no es sino el mejor empleo de una vida que ha sido rescatada por el sacrificio de su Hijo Jesús. Ningún crédito debiéramos atribuir para nosotros mismos por ninguna cosa que podamos hacer… También la fe es un don de Dios. La fe es el asentimiento de la comprensión del hombre ante las palabras de Dios, que ata el corazón al servicio de Dios. ¿Y de quién es la comprensión humana sino de Dios? ¿De quién el corazón sino de Dios?
Tener fe es rendir a Dios la inteligencia, la energía, que hemos recibido de él. Por lo tanto los que ejercitan la fe no merecen para sí mismos ningún crédito… Las aptitudes celestiales concedidas no debieran emplearse con fines egoístas. Cada energía, cada don es un talento que debiera contribuir a la gloria de Dios al ser usado en su servicio… No busque nadie la exaltación propia al hablar de lo que ha hecho, no enaltezca sus habilidades, no haga gala de sus conocimientos y no cultive la presunción.
—The Review and Herald, 19 de diciembre de 1904. (En los Lugares Celestiales – 2 de Agosto).
Cita 18
Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. 1 Corintios 10:11.
Cristo acepta y entra en comunión con los más humildes. Acepta a los hombres, no por sus capacidades o elocuencia, sino porque buscan su rostro y anhelan su ayuda. Su Espíritu, que obra en el corazón, impulsa toda facultad a una acción vigorosa. En esas personas modestas el Señor ve material sumamente precioso, que resistirá las tormentas y las tempestades, el calor y la presión…
Hay verdadero honor entre los que albergan el amor de Dios en sus corazones. El propósito de nuestra labor en favor del Maestro debería ser que su nombre fuera glorificado mediante la conversión de los pecadores. Los que trabajan para obtener aplausos no reciben la aprobación de Dios. El Señor espera que sus siervos obren por motivos diferentes…
—Carta 109, del 6 de agosto de 1901, dirigida a un presidente de asociación. (Cada Día con Dios – 6 de Agosto).
Cita 19
El Señor le dijo a Pedro: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”. Lucas 22:31, 32. Si se le hubiera permitido a Satanás que hiciera las cosas a su manera, no habría habido esperanza para Pedro. Su fe habría naufragado por completo. Si Pedro hubiera procurado la ayuda divina con fervor y humildad, si hubiera estado escudriñando su propio corazón sin que nadie lo supiera, no habría sido zarandeado ni probado. Satanás no puede vencer al que humildemente aprende de Cristo y camina con oración delante del Señor.
“Porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera”, en favor de él y contra el enemigo. Isaías 59:19. Cristo se interpone como refugio, como lugar de retiro, y el enemigo no lo puede vencer.
—Manuscrito 109, del 8 de septiembre de 1898, “La caída y la restauración de Pedro”. (Cada Día con Dios – 8 de Septiembre).
Cita 20
Porque Jehová conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos perecerá. Salmos 1:6.
Si la mente está educada para contemplar las cosas celestiales, el apetito no se debiera satisfacer con lo barato y lo común. Debemos recordar que el Señor está preparado para hacer grandes cosas por nosotros, pero nosotros debemos estar preparados para recibirlas vaciando el corazón de toda suficiencia propia y de toda confianza personal. Sólo el Señor debe ser exaltado. “Yo honraré a los que me honran” dice él. 1 Samuel 2:30.
No necesitamos preocuparnos de que nos reconozcan, porque “el Señor sabe quiénes son los suyos”. Los que no confían en sí mismos, sino que consideran como precaución su propia obra, son aquellos a quienes el Señor revelará su gloria. Emplearán mejor las bendiciones que reciban. Todos los que beban de las puras corrientes del Líbano verán que el agua de la vida manará de ellos con fuerza que no se puede reprimir…
El Señor sabe que si miramos al hombre y confiamos en él, nos estamos apoyando en un brazo de carne. Nos invita a que pongamos nuestra confianza en él. Su poder es ilimitado. Mediten en el Señor Jesús, en sus méritos y su amor, y no traten de buscar defectos ni hablar acerca de las equivocaciones cometidas por los demás. Recuerden las cosas dignas de reconocimiento y alabanza; y si son agudos para descubrir errores en los demás, sean más agudos todavía para reconocer lo que está bien hecho y alabarlo.
Si se someten a la autocrítica, encontrarán en ustedes cosas tan objetables como las que ven en los demás. Trabajemos, entonces, constantemente, para fortalecernos los unos a los otros en la santísima fe. En su carta a los Filipenses Pablo dice: “Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora; estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Filipenses 1:1-6. Sea éste el espíritu de todos nosotros.
—Manuscrito 187, del 18 de octubre de 1898. (Cada Día con Dios – 18 de Octubre).
Cita 21
Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. 1 Tesalonicenses 5:5.
Conocer a Dios implica confiar plenamente en él. ¡Oh, qué opiniones albergan los hombres acerca de Dios hoy día! Los hombres necesitan una restauración que los ponga en correcta relación con Dios y consigo mismos. Es tan difícil que los hombres aprecien sus propios motivos y juzguen correctamente su propio espíritu; es tan difícil que los hombres reconozcan francamente y con todo el corazón, como David: “He pecado; he manifestado un espíritu diferente del de Cristo”.
Los hombres que han ejercido mayor poder en nuestro mundo han vivido a la luz reflejada por la luz del Calvario. Sus confesiones surgieron de corazones llenos de pesar por causa de sus errores y equivocaciones. No hicieron valer su bondad, su inteligencia y su habilidad delante de Dios. Dijeron en cambio: “No tengo nada que ofrecerte; sólo me aferro de tu cruz”…
Los cristianos ciertamente se oponen a la ostentación. En la medida que lo son, se revisten de humildad, y esta gracia los convierte en una luz que contrasta con las tinieblas. Si somos cristianos no trataremos de conseguir que los hombres nos alaben y nos exalten, ni seremos inducidos a abandonar la obra por dinero o por alabanzas. Los cristianos no abandonarán su puesto de deber…
No nos esforcemos para exaltarnos con el fin de resplandecer, ni nos escondamos en una cueva como Elías cuando se desanimó; en cambio, salgamos, pongámonos junto a Dios, y resplandezcamos. Dios nos intima a resplandecer, para que la luz disipe las tinieblas morales del mundo. Seamos la sal que le da sabor a la vida de los hombres.
—Manuscrito 40, del 3 de noviembre de 1890, “La visión en Salamanca”. (Cada Día con Dios – 3 de Noviembre).
Cita 22
Cita 23
Y llamando Jesús a un niño, le puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Mateo 18:2, 3.
“El pecador impotente debe allegarse a Cristo como su única esperanza. Si se interrumpe esta unión por un momento pone en peligro su propia alma y la de los demás. Sólo estamos seguros en el ejercicio de una fe viva. Pero si cometemos cualquier pecado conocido o descuidamos deberes conocidos ya sea en el hogar o afuera, la fe se destruye y el alma se separa de Dios. FV 140.2 {La Fe por la cual Vivo}
Cita 24
“Nada es tan ofensivo a la vista de Dios como el espíritu de suficiencia propia. La vida de Pedro ofrece un triste ejemplo que debiera ser una amonestación para todos los profesos seguidores de Cristo. El Salvador le había advertido fielmente acerca del peligro inminente pero, lleno de presunción y confianza propia, se jactó de su constante fidelidad y celo y declaró que estaba dispuesto a seguir a su Maestro hasta la prisión y la muerte. La prueba llegó para Pedro cuando estalló la tormenta sobre los discípulos debido a la humillación de su jefe. Dolorosas son las palabras trazadas por la pluma inspirada: ‘Entonces dejándole todos sus discípulos, huyeron.’ Y el ardiente y celoso Pedro, el Pedro lleno de confianza propia negó repetidamente a su Señor. Después se arrepintió amargamente; pero este ejemplo debiera ser una amonestación para que todos nos guardemos de la confianza propia.”—Manuscrito 1, 1878.
Cita 25
“Los hombres que se humillan a sí mismos como un niñito serán enseñados por Dios. El Señor no depende de los talentos del hombre; porque él es la fuente de todo don perfecto. El más humilde de los hombres si ama y teme a Dios podrá poseer los dones celestiales.”—Carta 9, 1899.
*Las citas de este libro se actualizan constantemente