Cita 1
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Juan 14:27.
La paz que Cristo dejó a sus discípulos y por la cual oramos, es la paz que proviene de la verdad, que no se puede apagar a causa de las divisiones. Afuera puede haber guerras y rencillas, envidias, celos, odio y revueltas; pero la paz de Cristo no es la que el mundo da o quita. Puede permanecer en medio de la persecución de los espías y la más enconada oposición de los enemigos de Dios… (Dios nos cuida – 6 de Febrero).
Cita 2
No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Mateo 10:34
La paz que Cristo denomina su paz y la que El legó a sus discípulos no es la que evita todas las divisiones, sino es la paz que se brinda y se disfruta en medio de las disensiones. La paz que siente el fiel defensor de la causa de Cristo es el conocimiento de que está haciendo la voluntad de Dios y reflejando su gloria por medio de las buenas obras. Es una paz interna, más bien que externa.
Afuera hay guerras y luchas por la oposición de enemigos declarados, y aun la frialdad y desconfianza de los que afirman ser amigos. Cristo ordena a sus seguidores: “Amad a vuestros enemigos… haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. Mateo 5:44.
El nos pide que amemos a los que nos oprimen y nos hacen daño. No debemos expresar verbalmente ni con actitudes el espíritu que ellos manifiestan, sino aprovechar cada oportunidad para hacerles el bien. Pero aunque se nos pide que seamos como Cristo en nuestro trato con nuestros enemigos, no debemos, con el fin de tener paz, encubrir las faltas de aquellos que vemos en el error. Jesús, el Redentor del mundo, nunca obtuvo la paz ocultando la iniquidad o por medio de algo que se pareciera a un compromiso.
Aunque su corazón constantemente rebosaba de amor por toda la raza humana, nunca fue indulgente con sus pecados. Era demasiado buen amigo de ellos como para guardar silencio cuando seguían una causa que destruiría sus almas, las que El había adquirido con su propia sangre. Fue un severo censurador de todo vicio, y su paz estribaba en la conciencia de haber realizado la voluntad de su Padre, más bien que en un estado de cosas que existía como consecuencia de haber cumplido su deber.
—Manuscrito 23b, del 25 de julio de 1896, “Cómo asegurar la paz”. (Alza tus Ojos – 25 de Julio).
Cita 3
Cita 4
“No se puede describir con palabras el gozo y la paz de aquel que se apropia de las promesas de Dios. Las pruebas no lo perturban, los desprecios no lo acongojan. Ha crucificado el yo. Día tras día pueden hacerse sus deberes más abrumadores, sus tentaciones más fuertes, sus pruebas más severas; pero no vacila, pues recibe fuerza igual a su necesidad.”—Mensajes para los Jóvenes. 96.
Cita 5
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Juan 14:27.
Antes de que nuestro Señor fuera a la agonía de la cruz, hizo su testamento. No tenía plata u oro o casas que dejar a sus discípulos. Era un hombre pobre en cuanto a posesiones terrenales se refiere. Pocos en Jerusalén eran tan pobres como él. Pero dejó a sus discípulos una dádiva más rica que la que cualquier monarca terrenal podría conceder a sus súbditos. “La paz os dejo, mi paz os doy”, dijo… Les dejó la paz que había sido suya durante su vida en la tierra, la que había estado con él en medio de su pobreza, maltratos y persecuciones, y que debía estar con él durante su agonía en el Getsemaní y en la despiadada cruz.
La vida del Salvador en esta tierra, pese a haber sido vivida en medio de conflictos, fue una vida de paz… Ninguna tormenta de la ira satánica pudo alterar la calma de aquella perfecta comunión con Dios. Y nos dice: “Mi paz os doy”. Aquellos que aceptan la palabra de Cristo y confían sus almas a su cuidado y sus vidas a su ordenación, encontrarán paz y quietud. Nada en el mundo podrá ponerlos tristes siendo que Jesús les da gozo con su presencia. En la perfecta conformidad hay perfecto descanso. El Señor dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”. Isaías 26:3.
Es el amor al yo el que destruye la paz. Mientras el yo está vivo, permanecemos continuamente listos para guardarlo de mortificación e insulto. Pero cuando el yo está muerto y nuestra vida [está] oculta con Cristo en Dios no nos dejaremos afectar por descuidos o menosprecios… Cuando recibimos a Cristo en el alma como un huésped permanente, la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará nuestros corazones y mentes. No hay otro fundamento de paz sino éste. La gracia de Cristo, recibida dentro del corazón, domina a la enemistad, apacigua la contienda y llena el alma con amor. (En los Lugares Celestiales – 30 de Agosto).
Cita 6
“En aquellos que la posean, la religión de Cristo se revelará como un principio vivificador que todo lo penetra, una energía espiritual y viviente que obra. Se manifestará la frescura, el poder y el gozo de la perpetua juventud. El corazón que recibe la palabra de Dios no es como un pozo de agua que se evapora, ni como una cisterna rota que pierde su tesoro. Es como el torrente de la montaña alimentado por fuentes inagotables, cuyas aguas frescas y cristalinas saltan de una roca a otra, refrigerando al cansado, al sediento y al cargado.”—Sketches From the Life of Paul, 121.
GS – 11/24/2022
*Las citas de este libro se actualizan constantemente