Cita 1
Deberíamos considerar que Cristo no vino al mundo únicamente para realizar la redención del hombre; no vino solamente para que los habitantes de este pequeño mundo considerasen la ley de Dios como debía considerarse; sino que vino para demostrar a todos los mundos que la ley de Dios es inmutable y que la paga del pecado es muerte.
Pareciera que muchos creen que este mundo y las mansiones celestiales constituyen el universo de Dios. No es así. La hueste de los redimidos irá de mundo en mundo, y buena parte de su tiempo lo empleará en investigar los misterios de la redención.
(Cristo) Tiene una inmensidad de mundos que le tributan honor divino, y el cielo y todo el universo hubieran estado felices si él hubiera dejado perecer este mundo; pero su amor fue tan grande que dio a su propio Hijo para que muriera a fin de que nosotros fuésemos redimidos de la muerte eterna. Al ver el cuidado y el amor que Dios tiene por nosotros, respondamos a ellos; démosle a Jesús todas las facultades de nuestro ser, peleando varonilmente las batallas del Señor.—The Review and Herald, 9 de marzo de 1886.
Cita 2
“Todo el universo habrá sido testigo de la naturaleza y de los resultados del pecado. Y su destrucción completa que en un principio hubiese causado temor a los ángeles y deshonrado a Dios, demostrará entonces el amor de Dios y establecerá su gloria ante un universo de seres que se deleitarán haciendo su voluntad y en cuyos corazones se encontrará su ley. Nunca más se manifestará el mal…. La creación, después de haber pasado por tal prueba y experiencia, nunca más se apartará de la sumisión a Aquel que se ha dado a conocer en sus obras como Dios de amor insondable y sabiduría infinita.”—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 557, 558.
Cita 3
Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Hebreos 11:9,10.
Jesús ascendió al Padre como representante de la raza humana, y Dios hará que aquellos que reflejan su imagen lo contemplen y compartan con El su gloria. Hay hogares para los peregrinos de la tierra. Hay mantos para los justos, coronas de gloria y palmas de victoria.
Las providencias de Dios que ahora nos producen perplejidad serán entonces aclaradas. Las cosas difíciles de comprender encontrarán una explicación. Los misterios de la gracia se abrirán delante de nosotros. Donde nuestras mentes finitas descubrieron solamente confusión y propósitos frustrados, veremos la armonía más perfecta y hermosa. Sabremos que un amor infinito ordenó las experiencias que nos parecieron más penosas y difíciles de sobrellevar. Al comprender el tierno cuidado de quien hace que todas las cosas obren para nuestro bien, nos regocijaremos con un gozo indescriptible y pleno de gloria.
El dolor no puede existir en la atmósfera del cielo. En el hogar de los redimidos no habrá lágrimas, cortejos fúnebres ni símbolos de luto. “No dirá el morador: Estoy enfermo; al pueblo que more en ella le será perdonada la iniquidad”. Isaías 33:24. Una rica corriente de felicidad fluirá y se profundizará a medida que la eternidad transcurra. Piensen en esto; díganselo a los que sufren y están tristes, y estimúlenlos a regocijarse en la esperanza. Cuanto más nos acerquemos a Jesús, tanto más claramente veremos la pureza y grandeza de su carácter, y menos inclinados nos sentiremos a exaltar al yo. El contraste entre nuestros caracteres y el suyo conducirá a la humillación del alma y a un profundo escudriñamiento del corazón. Cuanto más amemos a Jesús, más cabalmente nos humillaremos y nos olvidaremos del yo…
El manso de espíritu, el que es más puro y más semejante a un niño, será fortalecido para la batalla con poder por medio del Espíritu de Dios en el hombre interior. Quien percibe su debilidad y lucha con Dios como lo hizo Jacob, y como este siervo de antaño clama: “no te dejaré si no me bendices”, avanzará con una renovada unción del Espíritu Santo. La atmósfera del cielo lo rodeará. Andará haciendo bienes. Su influencia será positiva en favor de la religión de Cristo… Nuestro Dios es una ayuda siempre presente en tiempo de necesidad. Conoce los pensamientos más secretos de nuestros corazones y todas las intenciones y los propósitos que abrigan nuestras almas. Cuando estamos en perplejidad, aun antes que le contemos nuestras angustias, está tomando las providencias para nuestra liberación.—Carta 73, del 1 de febrero de 1905, dirigida a los Drs. D. H. y Lauretta Kress. (Alza tus Ojos – 1 de Febrero).
Cita 4
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. 1 Corintios 2:9.
Cada pecado, cada acto injusto, cada transgresión de la ley de Dios, recae con fuerza mil veces mayor sobre el autor que sobre la víctima. Cada vez que una de las maravillosas facultades con que Dios ha enriquecido al hombre sufre algún abuso o se la usa mal, pierde para siempre una porción de su vigor y nunca volverá a ser como antes. Todo abuso cometido contra nuestra naturaleza moral en esta vida ejerce una influencia no sólo ahora sino por la eternidad. Aunque Dios perdone al pecador, la eternidad no compensará la pérdida voluntaria experimentada en esta vida. Llegar a la vida futura desprovistos de la mitad del poder que podríamos haber llevado allí, es un pensamiento terrible.
Los días de pruebas malgastados aquí cuando debíamos prepararnos para el cielo, constituyen una pérdida que nunca se recuperará. La capacidad de disfrutar será menor en la vida futura debido al mal proceder y al abuso de las facultades morales en esta vida. Por más alto que sea el nivel a que lleguemos en la vida futura, podríamos haber alcanzado niveles mucho más elevados, si hubiéramos aprovechado al máximo los privilegios y las áureas oportunidades dadas por Dios para acrecentar nuestras facultades aquí durante este tiempo de prueba…
Todos estamos a las órdenes de uno de los dos grandes capitanes. El primero, Creador del hombre y del mundo, es el mayor. Cada cual le debe lealtad plena, la devoción de todos sus afectos. Si se le entrega la mente para que la dirija, y si Dios dispone de la posibilidad de modelar y desarrollar las facultades, cada día se recibirá nuevo poder moral de la Fuente de toda sabiduría y fortaleza. La bendición moral y las bellezas divinas recompensarán los esfuerzos de todos aquellos cuyas mentes estén orientadas hacia el cielo. Podremos captar revelaciones, bellezas divinas, que se encuentran más allá de la miope visión de los mundanos, y que superan la imaginación de las inteligencias más desarrolladas y de los filósofos más eruditos, pero que no se han relacionado con el Poder infinito…
La justicia, el honor, el amor y la verdad son los atributos del trono de Dios. Son los principios de su gobierno que se establecerá en la tierra, cuando sea purificada con el fuego de su justicia retributiva. Estas son las joyas que debemos buscar y atesorar para ahora y la eternidad…
—Carta 41, del 7 de diciembre de 1877, dirigida a F. E. Belden, un conocido de 19 años. (Cada Día con Dios – 7 de Diciembre).
Cita 5
Si queremos vivir la vida cristiana debemos colaborar constantemente con Dios, de manera que el yo desaparezca al depender de Jesucristo. Cada día debiéramos trabajar como si fuera para la eternidad. El hombre fue hecho un poco menor que los ángeles. No obstante, cuando sea purificado y trasladado a las cortes celestiales, tendrá aún más privilegios que los ángeles. Todo lo que necesitan sus hermanos y hermanas, todo lo que cada uno de nosotros necesita es vivir una humilde vida cristiana para revelar, mediante el carácter, la fortaleza recibida de Jesucristo gracias a nuestra unión con él.
—Carta 196, del 3 de septiembre de 1903, dirigida a un hombre de negocios. (Cada Día con Dios – 3 de Septiembre).
Cita 6
“A medida que entramos por Jesús en el descanso, empezamos aquí a disfrutar del cielo. Respondemos a su invitación: Venid, aprended de mí, y al venir así comenzamos la vida eterna. El cielo consiste en acercarse incesantemente a Dios por Cristo. Cuanto más tiempo estemos en el cielo de felicidad, tanto más de la gloria se abrirá ante nosotros; y cuanto más conozcamos a Dios, tanto más intensa será nuestra felicidad. A medida que andamos con Jesús en esta vida, podemos estar llenos de su amor, satisfechos con su presencia. Podemos recibir aquí todo lo que la naturaleza humana puede soportar. Pero, ¿qué es esto comparado con lo que nos espera más allá? Allí ‘están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado en el trono tenderá su pabellón sobre ellos.’”—El Deseado de Todas las Gentes, 286, 287.
*Las citas de este libro se actualizan constantemente