La Corona de los Santos

Cita 1

Antes de entrar en la ciudad de Dios, el Salvador confiere a sus discípulos los emblemas de la victoria, y los cubre con las insignias de su dignidad real. Las huestes resplandecientes  son dispuestas en forma de un cuadrado hueco en derredor de su Rey […]. Sobre la cabeza de los vencedores, Jesús coloca con su propia diestra la corona de gloria […]. A todos se les pone en la mano la palma de la victoria y el arpa brillante. Luego que los ángeles que mandan dan la nota, todas las manos tocan con maestría las cuerdas de las arpas, produciendo dulce música en ricos y melodiosos acordes […]. Delante de la multitud de los redimidos se encuentra la ciudad santa. Jesús abre ampliamente las puertas de perla, y entran por ellas las naciones que guardaron la verdad.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 703-704 (1911). . EUD 237.4-EUD 237.7


Cita 2

Vi después un gran número de ángeles que traían de la ciudad brillantes coronas, una para cada santo, cuyo nombre estaba inscrito en ella. A medida que Jesús pedía las coronas, los ángeles se las presentaban y con su propia diestra el amable Jesús las ponía en la cabeza de los santos.—Primeros Escritos, 288 (1858). . EUD 237.3


Cita 3

En el mar de vidrio, los 144.000 formaban un cuadrado perfecto. Algunas coronas eran muy brillantes y estaban cuajadas de estrellas, mientras que otras tenían muy pocas; y sin embargo, todos estaban perfectamente satisfechos con su corona.—Primeros Escritos, 16 (1851).


Cita 4

La corona de vida será brillante u opaca, relucirá con muchas estrellas, o será iluminada con unas pocas gemas, de acuerdo con nuestro proceder.—Comentario Bíblico Adventista 6:1104 (1895).


Cita 5

En el cielo no habrá ningún salvado con una corona sin estrellas. Si entráis allí, habrá algún alma en las cortes de gloria que ha entrado por vuestro intermedio.—The Signs of the Times, 6 de junio de 1892.


Cita 6

Cuando empiece el juicio y los libros sean abiertos cuando sea pronunciado el “Bien hecho” del gran Juez y colocada en la frente del vencedor la corona de gloria inmortal, muchos levantarán sus coronas a la vista del universo reunido y, señalando a sus madres, dirán “Ella hizo de mí todo lo que soy mediante la gracia de Dios. Su instrucción, sus oraciones, han sido bendecidas para mi salvación eterna”.—Mensajes para los Jóvenes, 328 (1881).


Cita 7

Los ángeles de Dios inmortalizan los nombres de las madres cuyos esfuerzos han ganado a sus hijos para Jesucristo.—Conducción del Niño, 537-538 (1895). . EUD 247.4-EUD 247.5


Cita 8

Cuando las puertas de aquella hermosa ciudad en las alturas giren sobre sus resplandecientes goznes, y entren las naciones que han guardado la verdad, sobre sus cabezas serán colocadas coronas de oro, ellos atribuirán honor, gloria y majestad a Dios. En ese momento algunos acudirán a vosotros y dirán: “Si no hubiese sido por las palabras que me hablasteis en forma bondadosa, si no hubiera sido por vuestras lágrimas y súplicas y fervientes esfuerzos, yo nunca habría visto al Rey en su hermosura” ¡Qué recompensa es esta! ¡Cuán insignificante es la alabanza de los seres humanos en esta vida terrena y pasajera, en comparación con las recompensas infinitas que aguardan a los fieles en la vida futura e inmortal!—Palabras de aliento a obreros de sostén propio (Ph113) 16 (1909). . EUD 248.1


Cita 9

El día de Dios revelará cuánto debe el mundo a las madres piadosas… Cuando el Juez se siente, y se abran los libros; cuando el gran Juez pronuncie el “bien, buen siervo y fiel”, y la corona de gloria inmortal se coloque sobre la cabeza del vencedor, muchos levantarán sus coronas a la vista de todo el universo y se las colocarán a sus madres diciendo: “Ella hizo de mí lo que soy por la gracia de Dios. Su instrucción, sus oraciones, fueron bendecidas para mi salvación eterna”. Con indecible gozo, los padres contemplan la corona, la vestimenta, el arpa, dados a sus hijos. Los días de esperanza y temor han pasado. La semilla sembrada con lágrimas y oraciones puede haber parecido que se esparcía en vano, pero su cosecha se levanta con gozo al final. Sus hijos habrán sido redimidos. ¡Oh, maravillosa redención, tan descrita y tan esperada, contemplada con anticipación febril, pero jamás enteramente comprendida! (Dios no cuida – 26 de Diciembre).


 

*Las citas de este libro se actualizan constantemente

 

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