Cita 1
Esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que… seáis… llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios. Filipenses 1:9-11.
La dadivosidad es uno de los planes divinos para el crecimiento. El cristiano ha de ganar fortaleza fortaleciendo a otros. “El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado”. Proverbios 11:25. Esta no es meramente una promesa. Es una ley divina, una ley por la cual Dios establece que los arroyos de benevolencia fluyan continuamente de vuelta hacia su fuente, como las aguas de lo profundo se mantienen en constante circulación. En el cumplimiento de esta ley encontramos el secreto del crecimiento espiritual.. (Dios nos Cuida – 26 de Agosto).
ESTE TEXTO POSIBLEMENTE SEA UNA DE LAS PROMESAS MAS IMPRESIONANTES ACERCA DE LA DADIVOSIDAD, POR QUE NO SOLAMENTE ES UNA PROMESA, SINO QUE LA PROMESA DIVINA, DIOS LA HA CONVERTIDO EN UNA LEY PARA EL MISMO, QUE LA VA A CUMPLIR CON EL SER HUMANO QUE SEA DADIVOSO. HAY QUE NOTAR QUE LA DADIVOSIDAD PROMUEVE EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL DEL HOMBRE.
Cita 2
Las decisiones del último día dependen de nuestra dadivosidad práctica. Cristo reconoce todo acto de beneficencia como hecho a él mismo.—Testimonios para los Ministros, 400 (1896).
Cita 3
Cuando las naciones estén reunidas delante de él, habrá tan solo dos clases; y su destino eterno quedará determinado por lo que hayan hecho o dejado de hacer por él en la persona de los pobres y dolientes […]. Entre los paganos hay quienes adoran a Dios ignorantemente, quienes no han recibido jamás la luz por un instrumento humano, y sin embargo no perecerán. Aunque ignorantes de la ley escrita de Dios, oyeron su voz hablarles en la naturaleza e hicieron las cosas que la ley requería. Sus obras son evidencia de que el Espíritu de Dios tocó su corazón, y son reconocidos como hijos de Dios. ¡Cuánto se sorprenderán y alegrarán los humildes de entre las naciones y entre los paganos, al oír de los labios del Salvador: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis”! ¡Cuán alegre se sentirá el corazón del Amor Infinito cuando sus seguidores le miren con sorpresa y gozo al oír sus palabras de aprobación!— El Deseado de Todas las Gentes, 592-593 (1898).
Cita 4
Tanto las grandes sumas de dinero como las pequeñas deben ser consideradas por Ud. como tesoros que Dios le ha confiado. Cuando piense en gastar medios, debe orar sobre el asunto a fin de que pueda usar los bienes del Señor de una manera que le complazca.
Aquellos a quienes el Señor ha dado el talento de los recursos están bajo una pesada responsabilidad. No han de invertir el dinero meramente para la gratificación de los deseos egoístas, porque todo lo que gasten de esa manera es restado de los tesoros del Señor. Por la soberana bondad de Dios, el Espíritu Santo obra a través del agente humano, y le impulsa a hacer pequeñas o grandes inversiones para la causa del Señor, haciendo que redunden para la gloria de Dios. Siempre que piense usar el dinero del Señor para gratificarse egoístamente, recuerde que hay muchos sumidos en una profunda pobreza, que ni siquiera tienen para comprar alimento o ropa, y son herencia del Señor. Debemos hacer el bien a todos los hombres, especialmente a los que son de la fe. Si los que poseen abundantes recursos son agentes de Dios para comunicar la verdad, usarán sus tesoros sabiamente, de modo que ninguno de la familia de la fe pase hambre o desnudez. (Carta 90, del 15 de enero de 1895, dirigida a una mujer adventista de cuantiosos recursos).
Cita 5
La dadivosidad es uno de los planes divinos para el crecimiento. El cristiano ha de ganar fortaleza fortaleciendo a otros. “El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado”. Proverbios 11:25. Esta no es meramente una promesa. Es una ley divina, una ley por la cual Dios establece que los arroyos de benevolencia fluyan continuamente de vuelta hacia tu fuente, como las aguas de lo profundo se mantienen en constante circulación.—The Signs of the Times, 12 de junio de 1901. AFC 165.1
Cita 6
Son muchos los que han considerado a la nación judía como un pueblo digno de lástima, porque se le hacía contribuir constantemente al sostén de su religión. Pero Dios, quien creó al hombre y le proveyó todas las bendiciones de que goza, sabía lo que era mejor para él. Y por su bendición hacía que las nueve décimas fueran para los judíos de más valor que la cantidad entera sin su bendición. Si algunos, por egoísmo, robaban a Dios o le traían una ofrenda que no fuese perfecta, lo seguro era que seguía a ello el desastre y la pérdida. Dios lee los motivos del corazón. Conoce los propósitos de los hombres, y los recompensará a su debido tiempo según lo hayan merecido.
El sistema especial del diezmo se fundaba en un principio que es tan duradero como la ley de Dios. Este sistema del diezmo era una bendición para los judíos; de lo contrario, Dios no se lo hubiera dado. Así también será una bendición para los que lo practiquen hasta el fin del tiempo. Nuestro Padre celestial no creó el plan de la benevolencia sistemática para enriquecerse, sino para que fuese una gran bendición para el hombre. Vió que este sistema de beneficencia era precisamente lo que el hombre necesitaba.
Aquellas iglesias que son más sistemáticas y generosas en sostener la causa de Dios, son las más prósperas espiritualmente. La verdadera generosidad del que sigue a Cristo identifica su interés con el Maestro. En el trato de Dios con los judíos y con su pueblo hasta el fin del tiempo, él requiere una benevolencia sistemática en proporción a las entradas. El plan de salvación fue basado en el infinito sacrificio del Hijo de Dios. La luz del Evangelio, que irradia de la cruz de Cristo, reprende el egoísmo y estimula la generosidad. No es de lamentar que aumenten los pedidos de recursos. En su providencia, Dios invita a su pueblo a que salga de su limitada esfera de acción para emprender mayores cosas. En este tiempo, en que las tinieblas morales están cubriendo el mundo, se necesitan esfuerzos ilimitados. La mundanalidad y la avaricia están royendo las vísceras de los hijos de Dios. Deben comprender que su misericordia es la que multiplica las demandas de recursos. El ángel de Dios coloca los actos generosos al lado de la oración. Le dijo a Cornelio: “Tus oraciones y tus limosnas han subido en memoria a la presencia de Dios.” Hechos 10:4.
En sus enseñanzas, Cristo dijo: “Pues si en las malas riquezas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?” Lucas 16:11. La salud y la prosperidad espiritual de la iglesia dependen en extenso grado de su benevolencia sistemática. Es como la corriente sanguínea que debe fluir por todo el ser, vivificando todo miembro del cuerpo. Aumenta el amor por las almas de nuestros semejantes, porque por la abnegación y el sacrificio propio somos puestos en más estrecha relación con Cristo, quien por nosotros se hizo pobre. Cuanto más invirtamos en la causa de Dios para ayudar en la salvación de las almas, tanto más se les acercará nuestro corazón. Si nuestro número fuese reducido a la mitad de lo que es, pero todos trabajasen con devoción, tendríamos un poder que haría temblar al mundo. A los que trabajan activamente, Cristo ha dirigido estas palabras: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Mateo 28:20. 1JT 385.2-1JT 386.2
El plan de la benevolencia sistemática no oprime penosamente a ningún hombre. “Cuanto a la colecta para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros aparte en su casa, guardando lo que por la bondad de Dios pudiere; para que cuando yo llegare, no se hagan entonces colectas.” 1 Corintios 16:1, 2.
Los pobres no quedan excluidos del privilegio de dar. Ellos, tanto como los pudientes, pueden tener una parte en esta obra. La lección que Cristo dio con respecto a las dos blancas de la viuda, nos demuestra que la ofrenda voluntaria más ínfima de los pobres, si se da con un corazón lleno de amor, es tan aceptable como los mayores donativos de los ricos.
En las balanzas del santuario, los donativos de los pobres, presentados por amor a Cristo, no se estiman según la cantidad dada, sino según el amor que motiva el sacrificio. Las promesas de Jesús llegarán a ser tan ciertamente una realidad para el pobre generoso, que tiene poco que ofrecer, pero lo da con liberalidad, como para el pudiente que da de su abundancia. El pobre hace un sacrificio de lo poco que posee y lo siente en realidad. Se niega algunas de las cosas que necesita para su comodidad, mientras que el rico da de su abundancia y no siente ninguna necesidad, no se niega nada de lo que realmente le hace falta. Por lo tanto, tiene la ofrenda del pobre un carácter sagrado que no se encuentra en la ofrenda del rico, porque éste da de su abundancia. La providencia de Dios organizó todo el plan de la benevolencia sistemática para beneficio del hombre. Su providencia nunca se paraliza. Si los siervos de Dios entran por las puertas que él les abre, todos trabajarán activamente.
Los que retienen lo que pertenece a la tesorería de Dios, y acumulan sus recursos para sus hijos, ponen en peligro el interés espiritual de estos últimos. Ponen su propiedad, que es una piedra de tropiezo para ellos, en el camino de sus hijos, para que también tropiecen con ella para perdición. Muchos cometen una gran equivocación respecto de las cosas de esta vida. Economizan, privándose a sí mismos y a otros del bien que podrían recibir por el uso correcto de los medios que Dios les ha prestado, y se tornan egoístas y avarientos. Descuidan sus intereses espirituales, y su desarrollo religioso se atrofia; todo por el afán de acumular riquezas que no pueden usar.
Dejan su propiedad a sus hijos, y en nueve casos de cada diez es para sus herederos una maldición aun mayor de lo que ha sido para ellos. Los hijos, confiados en las propiedades de sus padres, con frecuencia no alcanzan a tener éxito en esta vida, y generalmente fracasan completamente en lo que respecta a obtener la vida venidera.
El mejor legado que los padres pueden dejar a sus hijos es un conocimiento del trabajo útil y el ejemplo de una vida caracterizada por la benevolencia desinteresada. Por una vida tal demuestran el verdadero valor del dinero, que debe ser apreciado únicamente por el bien que realizará al aliviar las necesidades propias y ajenas y al adelantar la causa de Dios. . 1JT 378.2-1JT 380.1
En cuanto a la cantidad requerida, Dios ha especificado que sea la décima parte de los ingresos. Esto queda a cargo de la conciencia y generosidad de los hombres, cuyo juicio debe ejercerse libremente en este asunto del diezmo. Y aunque queda librado a la conciencia, se ha trazado un plan bastante definido para todos. No se requiere compulsión alguna.
En la dispensación mosaica, Dios pedía de los hombres que diesen la décima parte de todas sus ganancias. Les confiaba las cosas de esta vida, como talentos que debían devolver perfeccionados. Ha requerido la décima parte, y la exige como lo mínimo que le debemos devolver. Dice: Os doy las nueve décimas, y os pido una; es mía. Cuando los hombres retienen el diezmo, roban a Dios. Además del diezmo, se requerían ofrendas por el pecado, ofrendas pacíficas y de agradecimiento a Dios.
Todo lo que se retiene de lo que Dios pide, o sea el diezmo, queda registrado en los libros del cielo como un robo hecho a él. Los que lo cometen defraudan a su Creador, y cuando se les presenta este pecado de negligencia, no es suficiente que cambien su conducta y empiecen desde entonces a obrar según el debido principio. Esto no corregirá las cifras escritas en los registros celestiales por su desfalco de la propiedad que se les ha confiado para que la devuelvan al Prestamista. Deben arrepentirse de su infidelidad para con Dios, y de su vil ingratitud.
“¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? Los diezmos y las primicias. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.” Malaquías 3:8-10. Aquí se promete que si se traen todos los diezmos al alfolí, Dios derramará su bendición sobre los obedientes.
“Increparé también por vosotros al devorador, y no os corromperá el fruto de la tierra; ni vuestra vid en el campo abortará, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las gentes os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos.” Vers. 11, 12. Si todos los que profesan la verdad cumplen con los requerimientos de Dios en cuanto a dar el diezmo, que Dios llama suyo, la tesorería estará ampliamente provista para llevar a cabo la gran obra de salvar a los hombres.
Dios da al hombre los nueve décimos, mientras reclama un décimo para fines sagrados, así como dió al hombre seis días para su trabajo y se reservó y puso aparte el séptimo día para sí. Porque, como el sábado, el diezmo de las entradas es sagrado. Dios se lo ha reservado. El llevará a cabo su obra en la tierra con las entradas procedentes de los recursos que confió al hombre.
Dios exigía que su antiguo pueblo asistiera a tres asambleas anualmente. “Tres veces cada un año parecerá todo varón tuyo delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere: en la solemnidad de los ázimos, y en la solemnidad de las semanas, y en la solemnidad de la cabañas. Y no parecerá vacío delante de Jehová: Cada uno con el don de su mano, conforme a la bendición de Jehová tu Dios, que te hubiere dado.” Deuteronomio 16:16, 17. Nada menos que una tercera parte de sus entradas se consagraba a fines sagrados y religiosos.
Cuando quiera que los hijos de Dios, en cualquier época de la historia del mundo, ejecutaron alegre y voluntariamente el plan de la benevolencia sistemática y de los dones y ofrendas, han visto cumplirse la permanente promesa de que la prosperidad acompañaría todas sus labores en la misma proporción en que le obedeciesen. Siempre que reconocieron los derechos de Dios y cumplieron con sus requerimientos, honrándole con su substancia, sus alfolíes rebosaron; pero cuando robaron a Dios en los diezmos y las ofrendas, tuvieron que darse cuenta de que no sólo le estaban robando a él, sino que se defraudaban a sí mismos; porque él limitaba las bendiciones que les concedía en la proporción en que ellos limitaban las ofrendas que le llevaban…1JT 373.2-1JT 375.2
Cita 7
En el tiempo de angustia, de nada les valdrán a los santos las casas ni las tierras, porque entonces tendrán que huir delante de turbas enfurecidas, y en aquel entonces no podrán deshacerse de sus bienes para hacer progresar la causa de la verdad presente. Me fue mostrado que la voluntad de Dios es que, antes que venga el tiempo de angustia, los santos se libren de cuanto los estorbe y hagan pacto con Dios por medio de sacrificio. Si ponen sus propiedades sobre el altar y preguntan fervorosamente a Dios cuál es su deber, les enseñará cuándo habrán de deshacerse de aquellas cosas. Entonces estarán libres en el tiempo de angustia y no habrá trabas que los detengan. PE 56.2
Vi que si algunos se aferraban a sus propiedades y no preguntaban al Señor en qué consistía su deber, él no se lo hará conocer y les permitirá conservar sus propiedades, pero en el tiempo de angustia éstas se levantarán delante de ellos como una montaña para aplastarlos, y ellos tratarán de deshacerse de ellas, pero no podrán. Oí a algunos lamentarse así: “La causa languidecía, los hijos de Dios morían por carecer de la verdad, y nosotros no hicimos esfuerzos para suplir la falta; ahora nuestras propiedades no tienen valor. ¡Ojalá que nos hubiésemos librado de ellas y hecho tesoros en los cielos!” Vi que un sacrificio no crece, sino que decrece y es consumido. También vi que Dios no ha pedido a todos sus hijos que se deshagan de sus propiedades al mismo tiempo; pero si ellos desean que se les enseñe, él les hará saber, en tiempo de necesidad, cuándo y cuánto deben vender. En tiempos pasados, se les pidió a algunos que se deshicieran de sus propiedades para sostener la causa bendita, mientras que a otros se les permitió guardar la suya hasta un momento de necesidad. Entonces, a medida que la causa lo necesite, es su deber vender. PE 57.1
Cita 8
Dios no depende del hombre para sostener su causa. Podría haber enviado medios directamente del cielo para suplir su tesorería, si en su providencia lo hubiese considerado mejor para el hombre. Podría haber formulado planes para que los ángeles hubiesen sido enviados a publicar la verdad al mundo sin intervención de los hombres. Podría haber escrito las verdades en el firmamento y haber dejado que éste declarase al mundo sus requerimientos en caracteres vivos. Dios no depende del oro o la plata de hombre alguno. Dice: “Mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados.” “Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti: porque mío es el mundo y su plenitud.” Salmos 50:10, 12. Cualquier necesidad de que intervengamos en el adelantamiento de la causa de Dios, ha sido ordenada a propósito para nuestro bien. El nos ha honrado haciéndonos colaboradores suyos. Ordenó que fuese necesaria la cooperación de los hombres a fin de que pudiesen practicar la generosidad.
Las tinieblas morales de un mundo arruinado suplican a cada cristiano que realice un esfuerzo, que dé de sus recursos y preste su influencia para asemejarse a Aquel que aunque poseía riquezas infinitas se hizo pobre por causa nuestra. El Espíritu de Dios no puede morar con aquellos a quienes mandó el mensaje de su verdad, pero que necesitan que se les ruegue antes de sentir su deber de colaborar con Cristo. El apóstol pone de relieve el deber de dar por motivos superiores a la mera simpatía humana, porque los sentimientos sean conmovidos. Da realce al principio de que debemos trabajar abnegadamente y con sinceridad para gloria de Dios.
El sistema ordenado a los hebreos no ha sido abrogado ni reducido su vigor por Aquel que lo ideó. En vez de carecer de fuerza ahora, tiene que practicarse más plena y extensamente, puesto que la salvación por Cristo debe ser proclamada con mayor plenitud en la era cristiana.
El Evangelio, para extenderse y ampliarse, requería mayores provisiones para sostener la guerra después de la muerte de Cristo, y esto hizo que la ley de dar ofrendas fuese una necesidad más apremiante que bajo el gobierno hebreo. Dios no requiere menos ahora, sino mayores dones que en cualquier otro período de la historia del mundo. El principio trazado por Cristo es que los dones y ofrendas deben ser proporcionales a la luz y bendiciones que se han disfrutado. El dijo: “Porque a cualquiera que fué dado mucho, mucho será vuelto a demandar de él.” Lucas 12:48.
Los que piensan que pueden ser buenos cristianos y a la vez cerrar sus oídos y corazones a los llamados que Dios dirige a su liberalidad, están terriblemente engañados. Hay quienes profesan tener gran amor por la verdad, y, por lo menos de palabra, tienen interés en verla adelantar, pero no hacen nada para ello. La fe de los tales es muerta; no se perfecciona por las obras. El Señor no cometió nunca el error de convertir a un alma y dejarla bajo el poder de la avaricia. . 1JT 369.2-1JT 372.2
Cita 9
Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Apocalipsis 3:3
La posesión de riquezas abre el camino a la gran tentación de llegar a ser codiciosos y egoístas, a sumar riquezas a las riquezas y enterrar en casas y tierras los medios que debieran ser devueltos a Dios. Muchos usan sus medios para gratificar las exigencias del apetito, seguir las modas y edificar para sí magníficas casas. No siguen el ejemplo de Cristo, quien se dio a sí mismo con todo lo que tenía en beneficio del mundo, a fin de librar a los hombres del poder de Satanás. Pero si los que poseen medios siguieran el ejemplo de Cristo, sus corazones se llenarían de benevolencia y podrían ayudar en la proclamación de la verdad en las ciudades, en los caminos y vallados, en llevar el Evangelio a todas las naciones...
La obra de Dios debe ser sustentada mediante diezmos, donaciones y ofrendas. El Señor pide ahora los medios que ha confiado a sus mayordomos. Debiera fluir una corriente constante a la tesorería, a fin de que la obra no se vea obstaculizada. A algunos Dios les ha confiado riquezas terrenales para ser tenidas en custodia y devueltas a El a medida que las requiera para llevar adelante su obra en la tierra. Requiere de sus mayordomos un diezmo fiel de todo su capital, y en adición al diezmo pide donaciones y ofrendas. El Señor no requiere de sus seguidores nada más que lo que El realizó.
(LOS POBRES NO TENEMOS POR QUE QUEJARNOS DE NUESTRA SITUACIÓN, JESUCRISTO LO FUE)
Los que no están expuestos a las tentaciones de los que son ricos en bienes de este mundo no tienen razón para quejarse, porque el Príncipe de la vida compartió con ellos una vida de pobreza. Fue tentado en todos los puntos tal como lo somos nosotros. Fue en nuestro beneficio que caminó en la pobreza como uno de nosotros, para mostrarnos cómo podemos resistir las tentaciones de los instrumentos satánicos… El Señor Jesús nos invita a ser obreros juntamente con El. Es el dueño de todo lo que poseemos y tiene derecho sobre ello. Mediante nuestra disposición de ayudar en su obra podemos mostrar ahora nuestro amor por El.
—Manuscrito 40, del 9 de abril de 1905, “Mayordomía fiel”. (Alza tus Ojos – 9 de Abril).
Cita 10
La Ley de Dios es el trasunto de su carácter. Obedeciéndola diariamente recordamos que Dios es el dador de todo lo que tenemos en custodia. El nos provee de todo lo que tenemos. Es por misericordia y amor que tenemos fuerzas para trabajar. El abre caminos para que podamos obtener riqueza terrenal, no para que el yo sea exaltado, no para que el tesoro obtenido sea acumulado, sino para que el nombre de Dios pueda ser glorificado, para que los necesitados puedan ser ayudados, para que la tesorería de Dios pueda ser provista con lo que El requiere en dones y ofrendas, a fin de que la obra de llevar la norma de la verdad a regiones más distantes no languidezca, sino que pueda avanzar hacia adelante y hacia arriba.
Sobre todos los que se han consagrado a Dios como colaboradores con El, descansa la responsabilidad de custodiar los intereses de su causa y de su obra. Deben vivir la verdad que pretenden creer. Deben mantener constantemente a Cristo delante de sí como su modelo, y mediante sus buenas obras deben hacer que fluya la alabanza de los corazones hambrientos y sedientos del Pan de Vida. No solamente deben ministrar la necesidad espiritual de aquellos a quienes están tratando de ganar para Cristo, sino que deben suplir también sus necesidades temporales. Esta obra de misericordia y amor se presenta constantemente, y cumpliéndola fielmente los siervos de Dios han de mostrar lo que la verdad ha hecho por ellos.Deben ser fieles mayordomos, no solamente de la verdad del Evangelio sino de todas las bendiciones que Dios les ha dado. No solamente deben hablar palabras de simpatía, sino que con sus obras deben mostrar la realidad de su bondad y amor.
—Manuscrito 20, del 22 de abril de 1894, sin título. (Alza tus Ojos – 22 de Abril).
Cita 11
Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Efesios 4:4-6.
El cristianismo práctico consiste en revelar la voluntad de Dios en palabra y en acción… En este tiempo, cada miembro de iglesia en forma individual debe hacer una obra especial. Con la Biblia en la mano, debe escudriñar las Escrituras con la ferviente determinación de conocer la voz de Cristo. “Escudriñad las Escrituras -dijo el Salvador-; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”. Juan 5:39.
Quien afirme seguir a Cristo debe vencer cada rasgo egoísta del carácter. Mediante la buena conducta debe formar un modelo correcto, y testificar con su vida el carácter de Cristo y el amor desinteresado de Dios por la raza humana. Mediante obras de misericordia, amor y simpatía, mostrando bondad a diestra y siniestra, debe repetir las obras de Cristo, quien vino a la tierra para dar al hombre un modelo del carácter perfecto que deben obtener todos los que recibirán la bienvenida en el futuro mundo celestial.
Encontró placer en sus infatigables obras de bien en favor de los hombres. Su objeto al venir a nuestro mundo fue dejar un ejemplo de los que el carácter humano debe llegar a ser a fin de estar preparado para la sociedad del cielo.
—Manuscrito 141, del 19 de junio de 1907, “Palabras a los miembros de iglesia”. (Alza tus Ojos – 19 de Junio).
Algunos que sufren privaciones y desánimo pueden sentir que la suya es una triste suerte. Los tales recuerden que Cristo gustó experiencias similares. El sabía que existían la pobreza y las penurias. El los invita a creer en su amor y a seguir en sus pisadas. Obrará por medio de los que tienen medios, para que provean a quienes necesitan… Hay un mundo que salvar. ¿Qué están haciendo ustedes para colaborar con Cristo? ¿Están procurando llegar a los que están afligidos, los que sufren y necesitan ayuda? ¿Están aprovechando sus oportunidades, ventajas y recursos para ganar almas para Cristo? Pueden decir: “Yo no soy ministro, y por consiguiente no puedo predicar la verdad”. Puede ser que no lo sean en el sentido generalmente aceptado de la palabra; puede ser que nunca se los llame para estar en el púlpito, sin embargo, pueden ser ministros de Cristo si tienen sus ojos abiertos a las oportunidades que se presentan para decir una palabra a esta y aquella alma. Dios hablará por medio de ustedes para guiarlas a Cristo…
—Manuscrito 85, del 21 de agosto de 1909, sermón predicado en Nevada, Iowa. (Alza tus Ojos – 21 de Agosto).
“Cada oportunidad de socorrer a un hermano necesitado o de ayudar a la causa de Dios en la promulgación de la verdad, es una perla que enviáis de antemano al cielo para ser depositada en el banco celestial donde es guardada con toda seguridad.”—Testimonies for the Church 3:249.
Cita 15
Los que creen en Cristo y caminan humildemente con él sin luchar por la supremacía, y tratan de ver qué pueden hacer para ayudar, bendecir y fortalecer las almas de los demás, colaboran con los ángeles que sirven a los herederos de la salvación. Jesús les da gracia, sabiduría y justicia, y los convierte en bendición para todos aquellos con quienes se relacionan.
Mientras más humildes son en su propia opinión, más bendiciones reciben de Dios, porque éstas no los exaltan. Usan correctamente sus bendiciones, porque las reciben para impartirlas. Los ángeles servidores reciben instrucción procedente del trono de Dios para colaborar con los instrumentos humanos. Reciben la gracia de Cristo para impartirla a los hombres.
—Manuscrito 165, del 13 de diciembre de 1898, “La humildad: Prueba de discipulado”. (Cada Día con Dios – 13 de Diciembre).
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