Cita 1
“Desde las edades eternas había sido el propósito de Dios que todo ser creado, desde el resplandeciente y santo serafín hasta el hombre, fuese un templo para que en él habitase el Creador. A causa del pecado, la humanidad había dejado de ser templo de Dios. Ensombrecido y contaminado con el pecado, el corazón del hombre no revelaba la gloria del Ser divino. Pero por la encarnación del Hijo de Dios, se cumple el propósito del Cielo. Dios mora en la humanidad, y mediante la gracia salvadora, el corazón del hombre vuelve a ser su templo….
Los atrios del templo de Jerusalén, llenos del tumulto de un tráfico profano, representaban con demasiada exactitud el templo del corazón, contaminado por la presencia de las pasiones sensuales y de los pensamientos profanos. Al limpiar el templo de los compradores y vendedores mundanales, Jesús anunció su misión de limpiar el corazón de la contaminación del pecado—de los deseos terrenales, de las concupiscencias egoístas, de los malos hábitos, que corrompen el alma…. FV 193.2 {La Fe por la cual Vivo}
Cita 2
“Ningún hombre puede de por sí echar las malas huestes que se han posesionado del corazón; sólo Cristo puede purificar el templo del alma. Pero no forzará la entrada…. Dice: ‘He aquí yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él’. Apocalipsis 3:20… Su presencia limpiará y santificará el alma de manera que pueda ser un templo santo para el Señor y una ‘morada de Dios en virtud del espíritu.’”—El Deseado de Todas las Gentes, 132.
Cita 3
“Por medio de Cristo se había de cumplir el propósito simbolizado por el tabernáculo: ese glorioso edificio, cuyas paredes de oro brillante reflejaban en matices del arco iris las cortinas bordadas con figuras de querubines, la fragancia del incienso que siempre ardía y compenetraba todo, los sacerdotes vestidos con ropas de blancura inmaculada, y en el profundo misterio del recinto interior, sobre el propiciatorio, entre las formas de los ángeles inclinados en adoración, la gloria del lugar santísimo. Dios deseaba que en todo leyese su pueblo su propósito para con el alma humana.”—La Educación, 33, 34.
Cita 4
“El conocimiento de que el hombre ha de ser templo para Dios, habitación para la revelación de su gloria, debe ser el mayor incentivo para el cuidado y desarrollo de nuestras facultades físicas. Asombrosa y maravillosamente Dios ha formado el cuerpo humano, y nos manda que lo hagamos objeto de nuestro estudio, que nos demos cuenta de sus necesidades, y que hagamos cuanto esté de nuestra parte para preservarlo de daño y de contaminación.”—El Ministerio de Curación, 252.
Cita 5
“Debiéramos cultivar hasta el más alto grado de perfección todas las facultades con que el Creador nos ha dotado, a fin de rendir la máxima utilidad de que somos capaces…. No podemos permitirnos dañar o entorpecer ninguna función de la mente o del cuerpo. Si lo hacemos deberemos sufrir las consecuencias.”—Counsels on Health, 107.
Cita 6
“El deseo de Dios para todo ser humano va expresado en las palabras: ‘Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas cosas, y que tengas salud, así como tu alma está en prosperidad.’” 3 Juan 2.—El Ministerio de Curación, 103.
Cita 7
“Las leyes de la naturaleza son las leyes de Dios, tan ciertamente divinas como los preceptos del Decálogo. Dios ha escrito en cada nervio, músculo y fibra del cuerpo, las leyes que gobiernan nuestro organismo. Toda violación descuidada o premeditada de estas leyes es un pecado contra nuestro Creador.”—La Educación, 192.
Cita 8
“Hay una estrecha relación entre la mente y el cuerpo, y para alcanzar un alto nivel de dotes morales e intelectuales, debemos acatar las leyes que gobiernan nuestro ser físico. Para alcanzar un carácter fuerte y bien equilibrado, deben ejercitarse y desarrollarse nuestras fuerzas, tanto mentales como corporales. ¿Qué estudio puede ser más importante para los jóvenes que el de este maravilloso organismo que Dios nos ha encomendado y de las leyes por las cuales ha de conservarse en buena salud?”—Historia de los Patriarcas y Profetas, 650.
Cita 9
“Nuestros cuerpos son propiedad de Cristo… y no nos es lícito hacer de ellos lo que nos dé la gana…. La obediencia a las leyes de higiene es una obligación personal. Nosotros mismos tenemos que sufrir las consecuencias de la violación de la ley. Cada cual tendrá que responder ante Dios de sus hábitos y prácticas. Por lo tanto la pregunta que nos corresponde no es: ¿cuál es la costumbre del mundo?, sino: ¿cómo debo yo mismo guardar la habitación que Dios me ha dado?”—El Ministerio de Curación, 291.
GS – 11/24/2022
*Las citas de este libro se actualizan constantemente
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