Cita 1
Vi que las esposas de los ministros deben ayudar a sus esposos en sus labores, y cuidar muchísimo la influencia que ejercen; porque hay quienes las observan y esperan más de ellas que de otros. Su indumentaria, su vida y conversación debieran ser un ejemplo que tenga sabor de vida y no de muerte. Vi que deben asumir una actitud humilde y mansa, aunque digna, sin dedicar su conversación a cosas que no tienden a dirigir la mente hacia el cielo. Su gran pregunta debe ser: “¿Cómo puedo salvar mi propia alma, y ser el medio de salvar a otros?” Vi que Dios no acepta una obra tibia al respecto. Quiere todo el corazón e interés, o nada. Su influencia se ejerce decidida e inequívocamente en favor de la verdad o contra ella. Recogen con Jesús o dispersan.
Una esposa no santificada es la mayor maldición que pueda tener un ministro. Aquellos siervos de Dios que por desgracia tengan en sus casas esta influencia agostadora, deben duplicar sus oraciones y su vigilancia, y, asumiendo una posición firme y decidida, no permitir que los opriman las tinieblas. Deben aferrarse más a Dios, ser enérgicos y decididos, gobernar bien su propia casa, y vivir de tal manera que puedan recibir la aprobación de Dios y la custodia de los ángeles. Pero si ceden a los deseos de sus compañeras no consagradas, el ceño de Dios pesará sobre su casa. El arca de Dios no puede morar en ella, porque ellos apoyan a sus esposas en sus errores y se los toleran.
1JT 38.2 {Joya de los Testimonios I}
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