Cita 1
Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Génesis 2:24.
Vosotros, hijos míos , habéis entregado vuestros corazones el uno al otro; unidos dadlos enteramente, sin reservas, a Dios. En vuestra vida de casados, tratad de elevaros mutuamente. No os rebajéis a conversaciones y acciones triviales. Mostrad los altos y elevadores principios de vuestra fe santa en vuestra conversación diaria y en los caminos más privados de la vida. Sed siempre cuidadosos y tiernos en vuestros sentimientos mutuos.
Ninguno de vosotros se permita, ni siquiera una vez, una burla, una broma o una censura para el otro. Estas cosas son peligrosas, hieren. Puede esconderse la herida pero existirá, y la paz habrá sido sacrificada y se habrá puesto en peligro la felicidad cuando podría habérsela conservado fácilmente.
Hijo, ten cuidado de ti mismo y en ningún caso manifiestes la menor disposición que tenga sabor de espíritu dictatorial u opresor. Valdrá la pena que cuides tus palabras antes de hablar. Es más fácil que retirarlas o borrar después su impresión… Habla siempre bondadosamente; nunca pongas en tu tono de voz lo que otros puedan tomar por irritabilidad. Modula aun el tono de tu voz. Que tu rostro y tu voz expresen tan sólo amor, cortesía y mansedumbre. Considera como una obligación emitir rayos de luz, pero nunca una nube. Ema será para ti todo lo que deseas si estás atento y no le das ocasión de sentirse angustiada y afligida, o de dudar de lo genuino de tu amor. Vosotros mismos podéis hacer vuestra felicidad o perderla. Podéis, tratando de conformar vuestra vida a la Palabra de Dios, ser veraces, nobles, elevados, y allanar el camino de la vida el uno al otro… Ceded mutuamente. Edson, no salgas siempre con la tuya… Que las mejores bendiciones del Cielo descansen sobre vosotros, queridos hijos, es la oración de vuestra madre.
—Carta 24, 1870. (En los Lugares Celestiales – 16 de Julio).
Cita 2
Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío. Salmos 19:14.
Todos necesitamos estudiar la vida de Cristo y las lecciones que nos dio, para saber conducirnos en nuestras relaciones mutuas. Alberguemos la suave influencia del Espíritu de Dios. Recordemos que el habla es un talento de gran valor cuando se lo usa correctamente, y que de la abundancia del corazón habla la boca. Recordemos también que por nuestras palabras seremos justificados, y por nuestras palabras seremos condenados.
Las palabras imprudentes a menudo crean dificultades que de otra manera no se hubieran producido. Hemos sido puestos en este mundo para ser hijos de Dios y a fin de prepararnos para la futura vida inmortal. No pronunciemos palabras imprudentes y poco amables. En nuestra relación familiar, tengamos cuidado de decir palabras amables y tiernas que consuelen y animen. No nos olvidemos de los pequeños actos de bondad que tanto ayudan al miembro de la familia que está luchando con debilidades que sólo él puede comprender. No vale la pena insistir en que las cosas se hagan como uno quiere, y en no ceder en asuntos de menor importancia, que suscitan amargura y resentimiento en el hogar.
La vida es demasiado corta, y está demasiado llena de pesares. Sin pérdida de tiempo deberíamos atender toda herida y a todo corazón sometido a la tentación. Cada cual sea considerado y amable con el otro. Jamás permita que el sol se ponga sobre su enojo. Jamás cierre los ojos para dormir sin arreglar esas pequeñas e insignificantes dificultades que hieren y dañan el alma… Cada vez que se sienta tentado a hablar imprudentemente, arrodíllese donde está, y ore hasta encontrar descanso en Jesús. Estoy segura de que no lo dejará ni lo olvidará. Tal vez usted se desprecie por las palabras apasionadas que acaba de pronunciar, pero recuerde que Jesús tiene piedad de usted, y que le va a cuidar su cuerpo y su alma, si está dispuesto a hacer su voluntad.
Estas son sus palabras: “Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo”. Isaías 27:5. Jesús quiere crear una armonía celestial en su alma. Lea sus palabras, no con desánimo, sino con confianza y esperanza. Escuche las benditas palabras que Dios le dirige. Caminar con Cristo significa que, aunque invisible, Cristo camina con usted.
—Carta 104, del 4 de agosto de 1901, dirigida a E. K. Beaman. (Cada Día con Dios – 4 de Agosto).
Cita 3
Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos unos a otros en el temor de Dios. Efesios 5:20, 21.
Cuántos problemas, sufrimientos e infelicidad se economizarían los seres humanos, si continuaran cultivando la consideración y la atención, si siguieran pronunciando las palabras amables y de aprecio, y si siguieran prodigándose esas insignificantes manifestaciones de cortesía que mantienen vivo el amor, y que creían eran necesarias para conquistar a su compañero o compañera. Si el esposo y la esposa continuaran cultivando esas atenciones que nutren el amor, serían mutuamente felices, y ejercerían una influencia santificadora sobre sus familias. Dispondrían de un pequeño mundo de felicidad, y no alentarían el deseo de salir de ese mundo para encontrar nuevas atracciones ni nuevos objetos que amar…
Si en el seno de nuestras familias conserváramos tierno el corazón; si se manifestara una noble y generosa deferencia por los gustos y las opiniones de cada cual; si la esposa buscara oportunidades de expresar su amor por su esposo mediante actos corteses; y el marido manifestara la misma amable consideración hacia su esposa, los hijos participarían del mismo espíritu. Esta influencia impregnaría todo el hogar, y ¡cuánta miseria evitarían las familias! Los hombres no andarían recorriendo hogares para encontrar felicidad, y las mujeres no desfallecerían por falta de amor, ni perderían el ánimo ni la dignidad para convertirse en inválidas de por vida.
Se nos ha concedido sólo una existencia, y mediante cuidados, trabajo y dominio propio se la puede hacer soportable, placentera y hasta feliz. Cada pareja que une los intereses de su vida debiera hacer tan feliz como sea posible la vida del otro. Tratemos de preservar y aumentar el valor de lo que apreciamos, siempre que sea posible.
Cuando un hombre y una mujer se casan celebran un contrato y hacen una inversión para toda la vida, y debieran hacer todo lo posible para dominar sus palabras de impaciencia y queja, con más cuidado aún que antes de casarse, porque ahora sus destinos están unidos de por vida, y a cada cual se lo valorará en exacta proporción con la cantidad de trabajo y esfuerzo invertidos para conservar y mantener fresco ese amor que tan anhelosamente buscaron, y que tanto apreciaron antes de casarse.
—Carta 27, del 22 de noviembre de 1872, dirigida al Hno. Burton, uno de los primeros miembros de iglesia de San Francisco, California. (Cada Día con Dios – 22 de Noviembre).
*Las citas de este libro se actualizan constantemente