Cita 1
Después que el Salvador ayunó durante cuarenta días y cuarenta noches, “tuvo hambre”. Entonces fue cuando Satanás se le apareció. Vino aparentando ser un hermoso ángel del cielo, declarando que Dios lo había comisionado para poner fin al ayuno del Salvador.
“Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. Mateo 4:3. Pero en la insinuación de desconfianza de Satanás, Cristo reconoció al enemigo cuyo poder había venido a resistir en la tierra. No aceptaría el desafío, ni sería conmovido por la tentación. Se mantuvo firme en lo afirmativo. “No sólo de pan vivirá el hombre”, dijo, “sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Vers. 4.
Cristo se sostuvo por toda palabra de Dios, y prevaleció. Si nosotros asumiéramos la misma actitud cuando somos tentados, negándonos a acariciar la tentación o a discutir con el enemigo, la misma experiencia sería nuestra. Cuando nos detenemos a razonar con el diablo es cuando somos vencidos. Es tiempo de que individualmente tomemos conciencia de que estamos en plena contienda, optemos por la afirmativa a los ojos del Señor, y allí permanezcamos. Así obtendremos el poder divino prometido.
Todos seremos tentados en diversas maneras, pero en tales circunstancias es necesario que recordemos que se hizo provisión por medio de la cual podemos vencer… El que verdaderamente cree en Cristo es hecho partícipe de la naturaleza divina, y tiene poder del que puede apropiarse frente a cada tentación. No caerá en ésta ni será abandonado a la derrota. En tiempo de prueba reclamará las promesas, y gracias a ellas escapará de las corrupciones que llenan el mundo por la concupiscencia.
—Manuscrito 99a, del 29 de agosto de 1908, “Llamados por su gloria y excelencia”, sermón predicado en Loma Linda, California. (Alza tus Ojos – 29 de Agosto).
Cita 2
Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado. 1 Corintios 9:27.
Después de su bautismo, el Hijo de Dios fue al triste desierto donde sería tentado por el diablo. Por cerca de seis semanas soportó las agonías del hambre… Conoció el poder del apetito sobre el hombre, y en beneficio del hombre pecaminoso soportó la prueba más dura posible en este punto. Allí se ganó una victoria que pocos pueden apreciar. El poder dominador del apetito depravado y el ignominioso pecado de complacerlo sólo pueden entenderse por la longitud del ayuno que nuestro Salvador soportó para poder quebrantar su poder…
La intemperancia está en la base de todos los males morales conocidos del hombre. Cristo comenzó la obra de redención en el mismo lugar donde comenzó la ruina. La caída de nuestros primeros padres se debió a la complacencia del apetito. En la redención, la negación del apetito fue la primera obra de Cristo.
—The Sufferings of Christ, 10, 12.
El Hijo de Dios vio que el hombre no podía por sí mismo vencer esta poderosa tentación… Vino a la tierra para unir su poder divino con nuestros esfuerzos humanos, para que mediante la fuerza y el poder moral que él imparte podamos vencer por nosotros mismos. ¡Oh! qué incomparable humillación para el Rey de gloria venir a este mundo para soportar los dolores del hambre y las fieras tentaciones de un artero enemigo para poder ganar una infinita victoria para el hombre.
Aquí está el amor sin paralelo. Sin embargo esta gran humillación es apenas oscuramente comprendida por aquellos para quienes fue hecha… Con la naturaleza del hombre y con el terrible peso de los pecados pesando sobre él, nuestro Redentor hizo frente al poder de Satanás en esta gran tentación decisiva que arriesgaba las almas de los hombres. Si el hombre podía vencer esta tentación, podía triunfar en cualquier otro punto.
—Ibid. (En los Lugares Celestiales – 6 de Julio).
Cita 3
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Hebreos 4:15.
Cuando Jesús fue llevado al desierto para ser tentado, fue llevado por el Espíritu de Dios. Al ir al desierto, no invitó a la tentación… Cristo fue al desierto para estar solo, para meditar en su misión y obra. Había dado los pasos que cada pecador debe dar, en conversión, arrepentimiento y bautismo. El mismo no tenía pecados de los cuales arrepentirse, y por tanto no tenía pecados que lavar. Pero fue nuestro ejemplo en todas las cosas, y por eso debió hacer lo que él quiere que nosotros hagamos.
Cristo ayunó y oró, fortaleciéndose para el ensangrentado camino que debía recorrer. Era el Hijo del Dios eterno, pero como garante del hombre, debía enfrentar y resistir cada tentación con que el hombre es asaltado… Con el espantoso peso de los pecados del mundo sobre él, soportó la terrible prueba sobre el apetito, sobre el amor al mundo, y sobre el amor a la ostentación que conduce al engreimiento. Resistió esas tentaciones, y venció en lugar del hombre…
Si los soldados de Cristo miran fielmente a su Capitán a la espera de órdenes, el éxito acompañará su lucha contra el enemigo. No importa cómo puedan ser acosados, al final triunfarán. Sus debilidades pueden ser muchas, sus pecados grandes, su ignorancia aparentemente insuperable; pero si comprenden su debilidad y miran a Cristo en procura de ayuda, él será su eficiencia…
Si ellos aprovechan de su poder, sus caracteres serán transformados; serán circundados con una atmósfera de luz y santidad. Mediante sus méritos [de Cristo] y poder impartido serán “más que vencedores”. Ayuda sobrenatural les será dada, capacitándolos en su debilidad para realizar los hechos de la omnipotencia. (En los Lugares Celestiales – 2 de Septiembre).
*Las citas de este libro se actualizan constantemente
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