La Santa Ciudad

Cita 1

Mientras Satanás está reuniendo su ejército, los santos están en la ciudad contemplando la hermosura y la gloria del Paraíso de Dios. Jesús los encabeza y los guía. De repente el amable Salvador se ausentó de nuestra compañía; pero pronto oímos su hermosa voz que decía: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.” Nos reunimos en derredor de Jesús, y precisamente cuando cerraba las puertas de la ciudad, la maldición fue pronunciada sobre los impíos. Las puertas se cerraron. Entonces los santos usaron sus alas y subieron a la parte superior de la muralla de la ciudad. Jesús estaba también con ellos; su corona era gloriosa y resplandeciente. Estaba formada por una corona dentro de otra corona, hasta un total de siete. Las coronas de los ángeles eran del oro más puro, y estaban cuajadas de estrellas. Sus rostros resplandecían de gloria, pues eran la imagen expresa de Jesús; y cuando se levantaron y subieron todos juntos a la cumbre de la ciudad, quedé arrobada por el espectáculo. PE 53.1


Cita 2

El Cielo triunfará, porque los lugares dejados vacantes por Satanás y su hueste serán ocupados por los redimidos del Señor.

—Manuscrito 21, del 16 de Febrero de 1900, “La manifestación del amor de Dios”. (Alza tus Ojos – 16 de Febrero).


Cita 3

Y llevóme en espíritu a un grande y alto monte, y me mostró la grande ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo de Dios. Apocalipsis 21:10.

“Al fin de los mil años Cristo regresa a la tierra. Lo acompaña la hueste de redimidos, y le sigue una comitiva de ángeles. Al descender en majestad aterradora, manda a los muertos impíos que se levanten para recibir su condenación. Se levanta su gran ejército, innumerable como la arena del mar. ¡Qué contraste entre ellos y los que fueron resucitados en la primera resurrección! Los justos estaban revestidos de juventud y belleza inmortales. Los impíos llevan las huellas de la enfermedad y de la muerte. FV 357.2 {La Fe por la cual Vivo}

“Todas las miradas de esa inmensa multitud se vuelven para contemplar la gloria del Hijo de Dios. Simultáneamente las huestes de los impíos exclaman: ‘¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!’ No es el amor a Jesús lo que inspira esta exclamación. Es el poder de la verdad el que hace brotar involuntariamente esas palabras de sus labios. Los impíos salen de sus tumbas tales como a ellas bajaron, con la misma enemistad hacia Cristo y en el mismo espíritu de rebelión…. De serles concedido un segundo tiempo de prueba, lo emplearían como el primero, eludiendo las exigencias de Dios e incitándose a la rebelión contra él. FV 357.3 {La Fe por la cual Vivo}


Cita 4

“Cristo baja sobre el Monte de los Olivos, de donde ascendió después de su resurrección, y donde los ángeles repitieron la promesa de su regreso…. La nueva Jerusalén, descendiendo del cielo en su deslumbrante esplendor, descansa en el lugar purificado y preparado para recibirla, y Cristo, su pueblo y los ángeles, entran en la santa ciudad.”—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 720, 721.


Cita 5

Y la ciudad no tenía necesidad de sol, ni de luna, para que resplandezcan en ella; porque la claridad de Dios la iluminó, y el Cordero era su lumbrera. Apocalipsis 21:23.

“Allí está la nueva Jerusalén, la metrópoli de la nueva tierra glorificada, ‘corona de hermosura en la mano de Jehová, y una diadema real en la mano de nuestro Dios.’ ‘Su luz era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, transparente como el cristal.’ ‘Las naciones andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traen a ella su gloria.’ FV 365.2 {La Fe por la cual Vivo}

“En la ciudad de Dios ‘no habrá ya más noche.’ Nadie necesitará ni deseará descanso. No se cansarán haciendo la voluntad de Dios ni ofreciendo alabanzas a su nombre. Sentiremos siempre la frescura de la mañana, que nunca se agostará. ‘No necesitan luz de lámpara, ni luz del sol; porque el Señor Dios los alumbrará.’ La luz del sol será sobrepujada por un brillo que sin deslumbrar la vista excederá sin medida la claridad de nuestro mediodía. La gloria de Dios y del Cordero inunda la ciudad santa con una luz que nunca se desvanece. Los redimidos andan en la luz gloriosa de un día eterno que no necesita de sol. FV 365.3 {La Fe por la cual Vivo}


Cita 6

‘No vi templo en ella; porque el Señor Dios, el Todopoderoso y el Cordero son el templo de ella.’ Apocalipsis 21:3. El pueblo de Dios tiene el privilegio de comunicarse directamente con el Padre y el Hijo. … Estaremos en su presencia y contemplaremos la gloria de su aspecto.”—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 734, 735.


Cita 7

“Estamos de regreso al hogar. Aquel que nos amó tanto que murió por nosotros, nos ha edificado una ciudad. La nueva Jerusalén es nuestro lugar de descanso. No habrá tristeza en la ciudad de Dios. Jamás se oirán gemidos de dolor, ni endechas por las esperanzas desvanecidas y afectos sepultados. Muy pronto los vestidos de tristeza se cambiarán por la vestidura de boda. Pronto seremos testigos de la coronación de nuestro rey. Aquellos cuyas vidas están escondidas en Cristo, los que en esta tierra han peleado la buena batalla de la fe, brillarán con la gloria del Redentor en el reino de Dios.”—Testimonies for the Church 9:287, 288.


*Las citas de este libro se actualizan constantemente

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