Cita 1
Lo que comunica a casi todos enfermedades del cuerpo y de la mente, son los sentimientos de descontento y los anhelos insatisfechos. No tienen a Dios, ni la esperanza que llega hasta dentro del velo, que es para el alma un ancla segura y firme. Todos los que poseen esta esperanza se purifican como él es puro. Los tales estarán libres de inquietudes y descontento; no estarán buscando males continuamente ni acongojándose por dificultades prestadas. Pero vemos a muchos sufrir dificultades de antemano; la ansiedad está estampada en todas sus facciones; no parecen hallar consuelo, sino que de continuo esperan algún mal terrible. 1JT 178.3
Los tales deshonran a Dios y desprestigian la religión de Cristo. No tienen verdadero amor hacia Dios, ni hacia sus compañeros e hijos. Sus afectos se han vuelto mórbidos. Pero las vanas diversiones no corregirán nunca el espíritu de los tales. Necesitan la influencia transformadora del Espíritu de Dios para ser felices. 1JT 178.4
La simpatía que existe entre el espíritu y el cuerpo es muy grande. Cuando uno está afectado, el otro responde. La condición de la mente tiene mucho que ver con la salud del organismo. Si el espíritu está libre y feliz, con la conciencia de que hace lo recto y con la satisfacción de proporcionar felicidad a los demás, nacerá una alegría que reaccionará sobre todo el organismo, induciendo a la sangre a circular más libremente y a tonificar todo el cuerpo. La bendición de Dios es sanadora; y los que benefician abundantemente a los demás sentirán en su corazón y vida esa bendición prodigiosa.Testimonios para la Iglesia 4:60, 61 (1876). 1JT 179.1
La religión de la Biblia no obra en detrimento de la salud del cuerpo ni de la mente. La influencia del Espíritu de Dios es la mejor medicina que pueda recibir un ser humano enfermo. El cielo es todo salud; y cuanto más hondamente se sientan las influencias celestiales, tanto más seguro será el restablecimiento del inválido creyente.Testimonios para la Iglesia 3:172 (1872). 1JT 179.2
La carga del pecado, con su inquietud y deseos insatisfechos, es el fundamento de una gran parte de las enfermedades que sufre el pecador. Cristo es el poderoso Médico del alma enferma de pecado. Estos pobres seres afligidos necesitan un conocimiento más claro de Aquel que es, cuando se lo conoce correctamente, la vida eterna. Necesitan que se les enseñe con paciencia, bondad y fervor, a abrir de par en par las ventanas del alma y dejar entrar la luz del amor de Dios para que ilumine las cámaras obscuras de la mente.Testimonios para la Iglesia 4:579 (1881). 1JT 179.3
*Las citas de este libro se actualizan constantemente