Autosuficiencia

Cita 1

Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. 1 Corintios 10:12.

Antes que Pedro cayera, Cristo le dijo: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo”. Lucas 22:31. ¡Cuán leal era la amistad del Salvador por Pedro! ¡Cuán compasiva fue su advertencia! Pero a Pedro lo hirió. Basándose en su suficiencia propia afirmó con toda confianza que jamás haría lo que Cristo le había advertido. “Señor -dijo-, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino tambien a la muerte”. Lucas 22:33. Su confianza propia fue su ruina. Tentó a Satanás a que lo tentara, y cayó en la trampa de su mortal enemigo. Cuando Cristo más lo necesitaba se puso de parte del enemigo y negó abiertamente a su Señor…

Muchos en la actualidad se encuentran donde se hallaba Pedro cuando con confianza propia afirmó que no iba a negar a su Señor. Debido a su suficiencia propia son presa fácil de los engaños de Satanás. Los que son conscientes de su debilidad confían en un poder superior. Y mientras miran a Dios, Satanás no tiene poder sobre ellos. Pero los que confían en sí mismos son fácilmente derrotados. Recordemos que si no prestamos atención a las advertencias de Dios, caeremos.

Cristo no evitará las heridas de los que se introduzcan por su cuenta en el terreno del enemigo. Deja que el autosuficiente avance impulsado por su supuesta fortaleza, actuando como si supiera más que su Señor. Entonces sobrevienen el sufrimiento y una vida trunca, o tal vez la derrota y la muerte. En la guerra el enemigo aprovecha los puntos débiles de la defensa de aquellos a quienes ataca. En ese punto concentra sus más fieros asaltos. El cristiano no debiera tener puntos débiles en su sistema defensivo. Debiera estar protegido por el apoyo que brinda la Escritura al que está dispuesto a hacer la voluntad de Dios.

El alma tentada logrará la victoria si sigue el ejemplo del que enfrentó al tentador con las palabras “Escrito está”. Puede permanecer seguro bajo la protección de un “Así dice Jehová”… El Señor permite que sus hijos caigan, y entonces, si se arrepienten de sus malas acciones, les ayuda a ponerse en terreno ventajoso. Así como el fuego purifica el oro, Cristo purifica a su pueblo mediante la tentación y la prueba.

—Manuscrito 115, del 7 de septiembre de 1902, “El peligro de la suficiencia propia”. (Cada Día con Dios – 7 de Septiembre).


Cita 2

Pues si anunció el evangelio, no tengo por qué gloriarme. 1 Corintios 9:16.

La conversión genuina nos pone cada día en comunión con Dios. Habrá tentaciones que enfrentar y una fuerte tendencia a apartarnos de Dios para sumirnos en nuestra antigua indiferencia y en un pecaminoso olvido del Señor.

No hay corazón humano que pueda permanecer fuerte desprovisto de la gracia divina. Nadie podrá seguir siendo convertido a menos que se cuide y que el Maestro lo cuide. A menos que el corazón se aferre firmemente de Dios, y Dios se aferre firmemente de él, asumirá confianza propia y se exaltará, y ciertamente tropezará y caerá.

El poder de Dios recibido por fe era la confianza de Pablo. “Ya no vivo yo -declaró con humildad-, mas vive Cristo en mí”. Gálatas 2:20. “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”. 1 Corintios 9:26, 27. Pablo tenía constantemente el temor de que sus malas inclinaciones lograran la supremacía. Por eso estaba continuamente combatiendo y resistiendo firmemente los apetitos y pasiones que trataban de manifestarse. Si el gran apóstol temblaba al considerar sus debilidades, ¿con qué razón nos vamos a sentir nosotros confiados y dispuestos a vanagloriarnos?…

Nuestra única defensa segura contra los pecados que nos asedian es la oración, la oración de cada día y de cada hora. No debemos estar un día llenos de celo para sumirnos el siguiente en la negligencia, sino como resultado de la vigilancia y el fervor debemos revitalizarnos gracias a nuestra comunión con Dios. La oración es necesaria, y no debiéramos esperar que se manifiesten los sentimientos sino orar, fervorosamente, ya sea que sintamos algo o que no sintamos nada. El cielo está abierto para recibir nuestras oraciones.

La oración es el canal que conduce hasta el trono de Dios nuestra gratitud y los ardientes deseos de nuestra alma por recibir la bendición divina, y que nos llega en retribución como la lluvia refrescante de la gracia divina. Muchos permiten que este canal se obstruya, de manera que se interrumpa la conexión con el cielo… ¡Oh, cuánto deseo que dediquemos más tiempo a permanecer sobre nuestras rodillas, y menos a planificar por nosotros mismos y a pensar que podemos hacer grandes cosas.

—Carta 52, del 25 de septiembre de 1874, dirigida a Edson y Emma White. (Cada Día con Dios – 25 de Septiembre).


Cita 3

Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús. Efesios 2:4-6.

Donde se encuentra el Espíritu de Dios, hallamos humildad, paciencia, bondad y tolerancia; hallamos ternura de alma, y una dulzura que sabe a Cristo. Pero estos frutos no se manifiestan en los inconversos. Mientras más necesitan humillarse delante de Dios, menos comprenden su verdadera situación, y más confianza propia ostentan. Mientras más pretenden ser dirigidos por Dios, más insoportables resultan para los que los rodean, más incapaces de recibir reprensión, más impacientes y discutidores, y menos sensibles a su necesidad de consejo.

En lugar de ser humildes y amables, asequibles, llenos de misericordia, amor y buenos frutos, son exigentes y tiranos. En lugar de ser rápidos para oír y lentos para hablar, son lentos para oír y rápidos para hablar. No están dispuestos a aprender de nadie. Su carácter es fogoso y vehemente. Hay una determinación y una fiereza que se echan de ver en su mismo aspecto y su talante. Hablan y actúan como si estuvieran dispuestos a sacarle la obra a Dios de las manos, y a juzgar por sí mismos a todos los que creen que están equivocados.

El verdadero discípulo tratará de imitar el Modelo. El amor de Cristo lo conducirá a la perfecta obediencia. Tratará de hacer la voluntad de Dios en la tierra, así como se hace en el cielo. Aquel cuyo corazón todavía está contaminado por el pecado, no puede ser celoso para hacer buenas obras; no es cuidadoso para abstenerse del mal; no ejerce vigilancia sobre sus propios motivos y su conducta, ni dominio sobre su lengua desenfrenada, ni cuidado para someter el yo y llevar la cruz de Cristo. Esas pobres almas engañadas no guardan los cuatro primeros mandamientos del Decálogo, que definen el deber del hombre hacia Dios, ni los últimos seis que señalan su deber hacia su prójimo.

Los frutos del Espíritu, que gobiernan el corazón y controlan la vida son: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, entrañas de misericordia y humildad de mente. Los verdaderos creyentes andan de acuerdo con el Espíritu y éste mora en ellos.

—Manuscrito 1, del 9 de octubre de 1878, “Dificultades en la Iglesia”. (Cada Día con Dios – 9 de Octubre).


*Las citas de este libro se actualizan constantemente

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